Reflexiones Bíblicas
San Mateo 5, 13-16

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo de un celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo".

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Ayer escuchamos la introducción a los capítulos 5, 6 y 7 de Mateo. El autor ha ordenado magistralmente el material de tal manera que resulta una auténtica pieza catequística acerca del contenido fundamental del Kerigma cristiano: el Reino. La parábola de la luz y la sal señala la misión del creyente comprometido con la causa de Jesús. La sal no solo sirve para dar sabor a los alimentos sino para conservarlos de la corrupción. Así la comunidad cristiana debe ser sal para evitar que el mundo se decomponga y se corrompa. La luz no es para esconderla u ocultarla. Es para hacerla brillar y que todos puedan ver en la oscuridad. Es también nuestra misión: hacer brillar la luz del resucitado a través de nuestras actitudes cotidianas. No se trata de hacer cosas extraordinarias. Simplemente vivir la vida con el sabor y la fuerza del Espíritu de Señor.

Cuando el egoísmo, la codicia y la violencia oscurecen y corrompen nuestro ambiente nosotros estamos llamados a anunciar y testimoniar el amor, la solidaridad y la paz como fuerza que transformará la historia. Solo así podrá resplandecer el Reino de Dios para la humanidad.