Reflexiones Bíblicas
San Mateo 8, 1-4

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente. En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: "Señor, si quieres, puedes limpiarme". Extendió la mano y lo tocó diciendo: "¡Quiero, queda limpio!" Y en seguida quedó limpio de la lepra. Jesús le dijo: "No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés".

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La lepra, aquella terrible enfermedad que no solo postraba físicamente al paciente sino que lo hacia impuro y, por lo tanto, excluido de la comunidad. Este hombre reconoce en Jesús al Mesías liberador, su última esperanza. Pone toda su confianza en él. Pero no le obliga sino que lo deja a su voluntad. Jesús le limpia la lepra de la piel y del corazón. Sin embargo, Jesús no quiere fama ni prestigio para sí. Le interesa liberar al ser humano de toda atadura. Tampoco pretende romper con la tradición y la ley sin más ni más. Por eso lo envía a presentarse al sacerdote y entregar la ofrenda correspondiente.

Quizá hoy la lepra es una enfermedad controlable y hasta curable. Pero hay otras «enfermedades» del cuerpo y del espíritu que provocan la exclusión y hasta la eliminación de la persona o del grupo. Enfermos de SIDA, que no pueden controlar su enfermedad porque las medicinas están muy caras o porque los laboratorios les interesa más el lucro y la competencia que la vida de las personas. Pero también hay otras amenazas contra la vida de las personas y del planeta por mantener privilegios y ganancias de grandes empresas.