Reflexiones Bíblicas
San Mateo 9, 18-26

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un personaje que se arrodilló ante él y le dijo: "Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá". Jesús lo siguió con sus discípulos. Entretanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que, con sólo tocarle el manto, se curaría. Jesús se volvió, y al verla le dijo: "¡Animo, hija! Tu fe te ha curado. Y en aquel momento quedó curada la mujer. 

Jesús llegó a casa del personaje y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: "¡Fuera! La niña no está muerta, está dormida". Se reían de él. Cuando echaron a la gente, entró él, cogió la niña de la mano, y ella se puso en pie. La noticia se divulgó por aquella comarca. 

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Nuevamente son la mujeres las protagonistas de estos episodios enmarcados en el evangelio de hoy. Una mujer con flujo de sangre y una niña muerta. La mujer sufre doble exclusión: ser mujer ante el mundo patriarcal androcentrico, y el flujo de sangre que la hace impura y, por tanto, excluida del culto tanto en la sinagoga como en el templo. La niña tampoco corre mejor surte. Como mujer no cuenta para nada en la sociedad judía, como niña depende absolutamente de su padre. Definitivamente las dos está condenadas a morir en vida. La primera se acerca a Jesús con absoluta confianza y le toca el manto. El percibe la fe de esta mujer y le sana. Con la niña, aunque todos se reían de él, la toma de la mano y la rescata del lugar de los muertos. A las dos, de alguna manera, las devuelve a la vida.

A pesar de todos los esfuerzos de mujeres y hombres por superar la cultura machista que nos rodea, aún quedan muchos rezagos de cosificación y manipulación de la mujer. Nuestro compromiso es, como Jesús, reconstruirnos en relación recíproca entre varones y mujeres estableciendo lazos de fraternidad e igualdad.