Reflexiones Bíblicas
San Mateo 10, 7-15

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo dijo Jesús a sus apóstoles: "Id y proclamad que el Reino de los cielos está cerca; curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis. 

No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni otra túnica, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa saludad; si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros. Si alguno no os recibe o no os escucha, al salir de su casa o del pueblo, sacudid el polvo de los pies. Os aseguro que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquel pueblo. 

COMENTARIOS

La fuerza del evangelizador procede del testimonio y la coherencia de vida, no de las riquezas, ni del poder, ni de la obsetentación. El predicador del evangelio debe ir ligero de equipaje. Debe ser portador de paz para el pueblo al que ha sido enviado. No debe imponer por la fuerza el mensaje salvífico de Jesús. Se trata de invitar, proponer, persuadir.

Necesitamos evangelizadores que sean capaces de convencer no con argumentos de razón sino con formas de vida que hagan resplandecer los valores esenciales del evangelio. La soberbia de las grandes catedrales y la solemnidad de las rígidas ceremonias deben ceder el paso a la sobriedad, la sencillez y la autenticidad. El pueblo debe sentirse sujeto activo de su propia evangelización. La liturgia debe ser celebrativa e inclusiva. La palabra debe generar compromisos serios de conversión personal y comunitaria. 

Debemos revisar nuestros métodos de evangelización y catequesis. Una evangelización que no esté profundamente ligada a la vida de la gente no convencerá nunca. O por lo menos sus raíces será demasiado frágiles y superficiales. Una evangelización así no produce conversiones ni compromisos duraderos. Nuestra evangelización debe convertirse en una propuesta de vida para la humanidad sedienta de esperanza.