Reflexiones Bíblicas
Mateo 13, 36-43

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: "Acláranos la parábola de la cizaña en el campo". El les contestó: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su Reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga". 

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Mateo nos presenta el juicio final como una lucha entre la justicia y la maldad. Las personas que han optado por convertir este mundo en escenario de muerte, violencia y ambición están irremediablemente condenadas a vivir el futuro de su propia elección. Una existencia dedicada al lucro, a la acumulación y al despojo no tiene otro fin que la muerte. Pero, para aquellos que han elegido la justicia se abre el camino de la vida. Ellos son la semilla del reino que hace fructífero el campo invadido de la estéril cizaña. A los enviados del Señor, los ángeles, les corresponde manifestar todos los modos como los malvados encubren sus acciones haciéndolas aparecer como neutrales e inofensivas.

Mateo interpreta la parábola de modo histórico y no como un mito. Para el evangelista, el destino del ser humano se resuelve en nuestra tierra. El ser humano debe decidir entre los proyectos que conducen a la vida plena y desechar aquellos que inevitablemente conducen a la destrucción. Sin embargo, la elección no es fácil, porque los proyectos humanos que conducen a la muerte no ponen en evidencia su perversidad desde el comienzo, sino que se presentan con la misma apariencia de las buenas semillas. Pero, al final el fruto los diferencia. Corresponde al «pueblo de Dios» poner en evidencia la cizaña de nuestro mundo y desenmascarar a todos aquellos lobos que se recubren con piel de oveja para devorar a los más débiles. Nosotros somos los mensajeros a ángeles enviados para denunciar la mala hierba y favorecer la semilla fértil y provechosa de la vida.