Reflexiones Bíblicas
San Mateo 13, 44-46

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: "El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas, que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra."

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Todos, de niños, soñamos alguna vez con descubrir un ignoto tesoro en florido campo de una recóndita isla. Alimentamos este sueño con nuestra imaginación con mil fantasías, cuentos y películas. Nos veíamos siempre como infatigables e intrépidos aventureros que descubrían el «Santo grial», el «Arca Perdida» o el tesoro de Barba Roja. Ahora que somos adultos y hemos crecido tanto en estatura como en la fe, no debemos perder esa ilusión de la infancia. El evangelio es nuestro tesoro, oculto en un campo, por el que debemos estar dispuestos a darlo todo. Pero el evangelio entendido no sólo como el texto que recoge la experiencia de Jesús y la iglesia primitiva, sino como toda buena noticia que rescata de la muerte y conduce a la vida.

Los primeros cristianos vivieron esa dimensión gozosa y exaltada que conlleva el enuncio del evangelio. Pusieron en riesgo su posición económica, su reputación e, incluso, su vida para convertirse en buena noticia para los demás. Nosotros debemos superar el peso de un cristianismo sociológico que nos impone la Biblia como un texto normativo y aburrido, para pasar a un redescubrimiento jubiloso del Señor que viene a nuestro encuentro en la experiencia de Israel y en la experiencia de Jesús de Nazaret y de su iglesia. El Reinado de Dios no es una realidad de ultratumba, sino una propuesta que nos desafía a vivir con intensidad el momento presente en la presencia de Dios.