Reflexiones Bíblicas
San Mateo 16, 13-23

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo y preguntaba a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Ellos contestaron: Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas. El les preguntó: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Simón Pedro tomó la palabra y dijo: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Jesús le respondió: "¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo". Y les mandó a los discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías. 

Desde entonces empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los senadores, sumos sacerdotes y letrados, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: "¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte". Jesús se volvió y dijo a Pedro: "Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios. 

COMENTARIOS

La figura de la cosecha sirve a Jesús, a Pablo y a los evangelistas para mostrar el camino del Reino, el camino de la vida, el sendero de las buenas obras.

Pablo exhorta a la comunidad de Corinto para que se solidarice con las otras iglesias en apuros económicos. Para mostrarles la actitud con la que deben entregar su ofrenda acude a la imagen de la cosecha, en la que cada uno recoge según ha sembrado. Si dan un regalo refunfuñando, éste carecerá de valor; porque lo importante no es sólo lo que se da, sino cómo se da. Los que, por el contrario, dan con generosidad y alegría, no sólo entregan cosas, sino que, ante todo, están entregando lo mejor de sí mismos.

La comunidad de Corinto atravesaba una grave crisis de identidad. Muchos de sus miembros veían al cristianismo como una de las tantas religiones en las que habitualmente se inscribían. Esta superficialidad les impedía comprender el valor salvífico de la muerte de Cristo. La más grande teofanía de Dios es la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús. Allí Dios se manifiesta en todo el esplendor de su ternura, entrega y amor. Pero, para comprender esto es necesario estar en sintonía con la propuesta del evangelio y estar dispuesto a entregar la vida por el reino de Dios en cada momento de la existencia.

La vida de Jesús fue precisamente una entrega total y generosa. Cayó como semilla buena en el surco de la vida y produjo frutos abundantes. No retuvo su vida para sí. La entrego completamente en favor de sus amigos y de la humanidad. Esta entrega generosa hace de la vida de Jesús y de la vida de sus seguidores -entre los cuales contamos a Lorenzo-, una buena cosecha que produce abundantes buenas obras. 

Nosotros pasamos la vida tratando de alcanzar cosas para ser felices. Lanzamos la semilla de nuestra vida entre el pedregal de los afanes y en la zarza de las preocupaciones. Pablo y Jesús nos llaman a que cambiemos de actitud y encaucemos nuestra existencia por el sendero que conduce a la auténtica vida. Nos invitan a comprender que la vida es una entrega alegre y generosa en favor del prójimo, sobre todo del prójimo pobre.

¿Cómo vivimos nuestro cristianismo? ¿Pensamos que nuestra vida religiosa se reduce al cumplimiento estricto y mecánico de las ceremonias religiosas?