Reflexiones Bíblicas
San Mateo 17, 14-20

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo se acercó a Jesús un hombre, que le dijo de rodillas: "Señor, ten compasión de mi hijo, que tiene epilepsia y le dan ataques: muchas veces se cae en el fuego o en el agua. Se lo he traído a tus discípulos, y no han sido capaces de curarlo. Jesús contestó: "¡Gente sin fe y perversa! ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo". Jesús increpó al demonio, y salió; en aquel momento se curó el niño. 

Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron aparte: "¿Y por qué no pudimos echarlo nosotros?" Les contestó: "Por vuestra poca fe. Os aseguro que, si fuera vuestra fe como un grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniera aquí, y vendría. Nada os sería imposible". 

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La airada protesta del profeta Habacuc, a favor del pueblo exiliado por los Babilonios, tiene su respuesta en la reposada respuesta del Señor. Dios invita al profeta a comprender que en la intrincada trama de la historia, la única luz es la luz de la fe. Pero no la fe ciega u obtusa, sino la fe en la justicia de Dios. Por eso, el oráculo termina diciendo: «el justo por la fe vivirá».

Cuántas veces nosotros nos abandonamos a nuestros pensamientos y frustraciones y se nos olvida que la fe es la única fuerza capaz de mover las montañas de nuestras limitaciones humanas... Nuestras airadas protestas sólo conducen al cansancio y al continuo desconsuelo. Si aprendemos a vivir la reconfortante esperanza de cada día, seguramente aprenderemos a vivir con la imperecedera esperanza de la vida eterna.

Jesús, en el evangelio, reprende a los discípulos por la falta de fe. Se desespera ante la física miopía de los discípulos y de la multitud que lo sigue. Le desespera la enajenación en que permanecen las mentes de sus seguidores. Aunque están con él, no son capaces de percibir la nueva luz que brilla sobre las personas, luz que trae la liberación de las ataduras del mal. Jesús definitivamente no pacta con las aspiraciones violentas o milagreras que estaban presentes en la mentalidad de sus contemporáneos. 

El niño endemoniado es símbolo de dos tendencias negativas a las que nos puede conducir el mal (demonio). Cuando se cae en el fuego indica de qué modo la gente espera ser liberada del mal, de los romanos, por la vía violenta. Cuando cae al agua señala el camino de los prodigios mágicos en los que la gente colocaba su esperanza de liberación. Esta mentalidad la compartían los discípulos, por eso no podían liberarse ni liberar al niño.

Jesús atribuye esta cerrazón del entendimiento a la más simple falta de fe en la voluntad de Dios. El designio de Dios se revela como un Reino que tiene por modelo la persona, vida y obra de Jesús. Lo que no pinte por ese lado... definitivamente: no es de Dios.

Hoy nosotros nos enfrentamos con fe tímida, mas bien entumida, a la mentalidad vigente del capitalismo y nos dejamos arrastrar por ella. Definitivamente, nos cuesta trabajo ver la nueva luz que irrumpe con Jesús y que nos libera de la opresión y el mal que se ha instalado en la sociedad y en lo profundo de nuestro corazón. Necesitamos pues de una fe que nos ayude a mantenernos despiertos y dispuestos.