Reflexiones Bíblicas
San Mateo 18, 21-29

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús, le preguntó: "Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?". Jesús le contestó: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete". 

Y les propuso esta parábola: "Se parece el Reino de los cielos a un rey que quiso ajustar cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía tres mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo". El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios, y, agarrándolo, lo extrangulaba diciendo: "Págame lo que me debes". El compañero, arrodillándose a sus pies, le rogaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré". 

Pero él se negó, y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?". Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo si cada cual no perdona de corazón a su hermano". Cuando acabó Jesús estos discursos, partió de Galilea y vino a la región de Judea, al otro lado del Jordán. 

COMENTARIOS

Ezequiel realiza un gesto simbólico con el fin de denunciar las perversiones en las que vivían el pueblo y sus gobernantes. Todos se consideraban «elegidos de Dios» y por lo tanto intocables. Eran incapaces de descubrir que le historia estaba por darles una sorpresa. Todas las falsas pretensiones de lujo y riqueza pasaron al olvido ante la impresionante calamidad del destierro. El problema de Israel, en este momento, era su incapacidad de reconciliarse con Dios a través del perdón y la misericordia hacia el hermano.

Los seguidores de Jesús ubican el perdón de las ofensas en el campo legal o en la casuística. Están preocupados por los límites de la actitud fraterna. Pedro propone un número elevado de oportunidades de perdón, considerando que ésta es una actitud noble. Jesús le corrige su perspectiva legalista. En lugar de un siete, es mejor setenta veces siete.

En el Primer Testamento el número setenta y siete representaba la venganza de los hijos de Caín. Jesús cambia los términos y convierte el número de la venganza en símbolo de la reconciliación. Luego propone una parábola que muestra la deficiente actitud de los que están pendientes de contabilizar la misericordia, el perdón y la fraternidad.

En la parábola, el rey se compadece del siervo importante, pero éste es incapaz de tener la misma actitud con el siervo más humilde. Su corazón estaba endurecido por la ambición y por esto no correspondió al gesto generoso del rey. La conclusión es importante: si se perdona de corazón, como hace Dios, no se contabiliza la misericordia, pues el ofendido es quien busca al agresor para mostrarle el error con una actitud fraterna. De este modo se rompe la cadena de la violencia interminable simbolizada en la venganza de los hijos de Caín (Gn 4, 24). 

Hoy el mundo enfrenta un ambiente de intolerancia, violencia e irrespeto a los derechos humanos. Esta cadena se hace interminable porque los agredidos buscan venganza por su propia mano y hacen crecer la espiral de violencia. Ocurre igual que con los hijos de Caín, si uno es agredido la venganza es siete veces peor que la ofensa. Nosotros, como cristianos, necesitamos enfrentar este gesto irracional e inhumano con una actitud que llame a la reconciliación y el respeto. 

¿Somos promotores de la reconciliación y el perdón en nuestras familias y comunidades? ¿Hacemos del perdón y el amor una oportunidad de reencuentro con nuestros hermanos?