Reflexiones Bíblicas
San Mateo 23, 1-12

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos diciendo: "En la cátedra de Moisés se han sentado los letrados y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente a los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en la sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame "maestros". Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar jefes, porque uno solo es vuestro Señor, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

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Para Ezequiel, El Dios de Israel no es un asunto marginal y anónimo. Dios ocupa el lugar central de la nueva comunidad y se convierte en la medida para cualquier desafío futuro. El templo, el monte Sión, la ciudad Santa de Jerusalén se convierten en lugar privilegiado de encuentro con el Dios que le ha dado la vida a Israel.

Nosotros caemos, con frecuencia, en la tentación de convertir a Dios en un asunto marginal e individual. Pero, el Dios de la vida se resiste a tales prácticas, porque él sabe que su presencia dignifica nuestra existencia y afianza su manifestación en la comunidad reunida.

Los fariseos buscaban el prestigio a cualquier precio. Ellos formaban un partido político que quería alcanzar el Reino por medio del estricto cumplimiento de la Ley. Se mostraban como modelos de santidad y perfección con la intención de meter al pueblo por el camino del fanatismo religioso. Pero, sus aspiraciones verdaderas eran adquirir el poder con el apoyo popular.

Jesús les reprocha a los fariseos la pretensión de cargar al pueblo con seiscientos trece mandatos que ellos mismos no cumplían. Estos eran una carga extremadamente pesada e inútil. Los fariseos se exhibían como hombres piadosos, pero no estaban dispuestos a realizar lo más importante de la ley que es la misericordia y la justicia. 

Jesús invita a los suyos a aprender de lo que saben los fariseos pero no a imitar su actitud de vida. Pues, en efecto, ellos enseñaban muchas cosas valiosas de la Sagrada Escritura, pero no estaban dispuestos a comprometerse con las exigencias de la Palabra de Dios. La comunidad de Jesús, por el contrario, no basa su existencia en una mera noción de la Palabra, sino en un compromiso vital con ella. 

Actualmente enfrentamos un reto similar al que enfrentó Jesús: hay quienes se presentan como maestros, jefes y doctores que conocen perfectamente las doctrinas y pueden guiar a la comunidad, pero que, en verdad, buscan el poder y el prestigio. La comunidad debe ser crítica ante ellos y descubrir sus verdaderas intenciones. El maestro, la doctrina y la autoridad siguen siendo Jesucristo y su Evangelio. A la luz de El y de su Palabra la comunidad ha de discernir el verdadero camino de vida.

¿Qué lugar ocupa Dios en mi existencia? ¿Cuánto tiempo dedico semanalmente para el encuentro con el Señor?