Reflexiones Bíblicas
San Lucas 9, 57-62

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos, le dijo uno: "Te seguiré adonde vayas." Jesús le respondió: "Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza." A otro le dijo: "Sígueme." Él respondió: "Déjame primero ir a enterrar a mi padre." Le contestó: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios." Otro le dijo: "Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia." Jesús le contestó: "El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios." 

COMENTARIOS

En su carta a los Gálatas, Pablo confiesa el motivo fundamental para sentirse orgulloso, feliz. Muy contrario a lo que quizás algunos pensarían, Pablo no se gloría en su sabiduría ni en cosas materiales. Quizás ha sido objeto de críticas y burlas por su fe en Jesús para quienes no pasaba de ser un fracasado, un crucificado. Pero es ahí donde Pablo quiere que los gálatas entiendan, el crucificado es el motivo de su orgullo, de su plenitud personal, porque justo la cruz de Jesús ha desvelado para él el secreto íntimo del misterio divino; en la cruz Dios ha manifestado la totalidad de su esencia divina: la vida, el amor, la misericordia. Pero es que Pablo no se queda solo con el dato de la cruz, para él la cruz es el único camino posible para llegar a la resurrección, punto culminante y central del designio divino. Si Pablo se gloría en la cruz, en Jesús crucificado, es porque ésta precede a la resurrección y por eso él mismo expresa su sentimiento: se siente crucificado y ama su cruz, se gloría de ella porque también espera compartir la misma suerte del Crucificado. Cierto que no sería fácil para muchos de su tiempo entender aquel discurso, sólo para quienes tuvieran una disposición de fe estas palabras podrían ser de provecho, para otros serían necedades del apóstol.

El evangelio de hoy nos presenta a un Jesús que se goza del efecto que ha producido entre algunos el anuncio de la buena noticia del reino. Este pasaje de Mateo es como una oración de alabanza de Jesús al Padre, nos lo presenta también Lucas (10,21-22), aunque ambos evangelistas lo ubican en contextos diferentes. Mateo lo ubica en un contexto de controversia sobre Jesús quien para muchos es aliado de Belcebú, mientras que Lucas lo ubican en el contexto del éxito que han tenido los 72 discípulos en su misión; con todo, la conclusión es prácticamente la misma, solo los pequeños y sencillos están en condiciones de entender de qué se trata. Para Jesús está claro que hay dos tipos de auditorio, uno compuesto de «sabios y entendidos» y otro que son los ignorantes, los que no son ni sabios ni entendidos, se tienen que conformar con lo poco que les den los primeros; ahora, lo paradójico es que los sabios y entendidos son duros para entender su mensaje, su propuesta acerca del reino mientras que los «ignorantes», los que él llama pequeños, captan enseguida lo que él quiere decir. Esta constatación arranca de Jesús una alabanza magnífica, llena de un hondo sentido de satisfacción. Claro! el reino tal y como Jesús lo intuye escapa a toda categoría de sabiduría humana, ni tiene cabida en una mente y un corazón autosuficiente; es sólo en el espacio vacío que puede propiciar la fe del oyente donde puede madurar la semilla del reino. Para los que Jesús llama sabios y entendidos, Dios y su reino no son ninguna novedad, ya lo «conocen», y hasta pueden «controlarlo», con razón esa sabiduría es en el fondo la más pura necedad! Mientras que para los otros, todo acerca de Dios es novedoso, volver a escuchar que Dios es Padre de pobres; que alguien diga que Dios se ocupa de los más pequeños... eso es novedad y motivo de alegría y esperanza, eso es buena noticia; que son los pobres los que en definitiva conforman el reino propuesto por Jesús, eso no lo entienden ni lo pueden saborear sino quienes tienen un corazón de pobre, es decir desprovisto de toda pretensión de dominio sobre los otros. 

Nuestro gran desafío es primero que todo, abandonar nuestras pretensiones de sabios y entendidos con que muchas veces disfrazamos nuestra ignorancia, y luego hacer de nuestra predicación y ejercicio pastoral un verdadero espacio donde de verdad los pequeños puedan abrevar su sed y su derecho de experimentar el mensaje, la buena noticia del reino tal como lo propuso Jesús.