Reflexiones Bíblicas
San Mateo 5,17-19

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos."

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Cuando Jesús propone la Ley y los profetas como un código intocable y de cumplimiento obligatorio, se refiere de todas formas al espíritu original de la Ley, que no era maniatar espiritualmente al ser humano con un conjunto de normas esclavizantes conjuradas bajo pena de muerte, sino mostrarle unas perspectivas de vida, un camino de libertad a través del cual un ser humano dominado y oprimido podía llegar a ser plenamente libre. Jesús, origen y portador de la Nueva Alianza, quiere hacer descubrir a sus seguidores que, volviendo al espíritu original de la ley de Dios, el ser humano puede reencontrar el camino de su libertad, la vía segura para soñar con una sociedad nueva de hombres y mujeres libres. Por eso considera tan grave la infracción de un solo punto, por mínimo que sea, de la ley del Señor, porque toda acción negativa en tal sentido va en detrimento del plan original del Creador, que fue proporcionar una plenitud de vida a la criatura más importante de toda su obra; a la que él creó "a su imagen y semejanza" (Gen 1,27) y que había de asemejarse aun más a él siguiendo sus ordenamientos y enseñanzas. Por eso llama "grande en el reino de los cielos" a quien viva de tal forma el espíritu de la Ley y lo enseñe así a los demás. Jesús, pues, es antes que nada un enemigo acérrimo del legalismo meramente literal y vacío; no acepta que se esgrima la ley por la ley, la letra por la letra, y lo denuncia una y otra vez como una hipocresía supina. Pero cree y está convencido del valor trascendente que posee el espíritu genuino de la Ley, y nos propone asumirla de esa manera, como luz y orientación inequívoca en el camino de la construcción de su reino.