Reflexiones Bíblicas
San Mateo 9,18-26

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

Mateo 9,18-26

18Mientras Jesús les hablaba de esto se presentó un personaje que se puso a suplicarle diciendo:

-Mi hija acaba de morir; pero ven tú, aplícale tu mano y vivirá.

19Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.

20En esto una mujer que sufría de flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, 21pensando: «Con sólo tocarle el manto, me salvaré».

22Jesús se volvió, y al verla le dijo:

-¡Animo, hija! Tu fe te ha salvado.

Y desde aquel momento quedó curada la mujer.

23Jesús llegó a casa del personaje y al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo:

24-¡Fuera, que la muchacha no ha muerto, está durmiendo!

Ellos se reían de ÉL. 25Cuando echaron a la gente, entró Jesús, cogió a la muchacha de la mano y ella se levantó.

26La noticia del hecho se divulgó por toda aquella comarca.

COMENTARIOS

vv. 18-19: Mientras Jesús les hablaba de esto se presentó un personaje que se puso a suplicarle diciendo: -Mi hija acaba de morir; pero ven tú, aplícale tu mano y vivirá. 19Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.

La fórmula inicial «mientras Jesús les hablaba» indica la unión temática entre esta perícopa y la anterior. El personaje o jefe que llega manifiesta una fe en la acción de Jesús comparable a la del centurión (8,5-13). La situación es semejante, pero su caso es más grave: la hija acaba de morir. Jesús no responde palabra, simplemente se levanta y lo sigue con sus discípulos.

vv. 20-21: En esto una mujer que sufría de flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, 21pensando: «Con sólo tocarle el manto, me salvaré».

Una mujer enferma se mezcla al grupo de discípulos que sigue a Jesús. Padece una enfermedad (flujos de sangre) que la hace impura. La Ley le prohibía terminantemente tocar a cualquier persona, para no comunicar su impureza. El número «doce», aplicado a los años de su enfermedad, es una clara alusión a Israel. La mujer enferma representa al pueblo, cuya única posibilidad de curación se encuentra en renunciar a la Ley que le impide el contacto con Jesús. Con su doctrina y acción universalista, por su contacto con los «pecadores» (9,10-13), Jesús se ha salido de la ortodoxia de Israel. Técnicamente, Jesús sería el «impuro», pero, realmente, el «impuro», es decir, el que no tiene acceso a Dios, presente en Jesús (1,25), es Israel. Para encontrar salvación ha de darle su adhesión y mostrarle su confianza renunciando al exclusivismo y separación que le impone la Ley.

La fe de la mujer es comparable a la del jefe; su certeza de curación es total. En ambos casos, Israel ve que su única salvación está en Jesús. El vestido equivale a la persona. Jesús había curado con su contacto al leproso (8,3) y a la suegra de Pedro (8,15). La unión de estas dos figuras muestra de nuevo que la enfermedad de esta mujer es, como en 8,15, el nacionalismo exclusivista y éste es el que causa su impureza (8,3).

v. 22: Jesús se volvió, y al verla le dijo: -¡Animo, hija! Tu fe te ha salvado. Y desde aquel momento quedó curada la mujer.

Jesús se dirige a ella como antes al paralítico (22; cf. 9,2), figura de todo hombre: « ¡Animo! » Como a aquél lo llamó «hijo», a ésta la llama «hija». Israel reconoce su situación de pecado. La frase «tu fe te ha salvado/curado» incluye la liberación afirmada por Jesús para el paralítico (9,2).

El término «hija», que se aplica figuradamente al pueblo personificado en su capital (Zac 2,11 LXX; 9,9), pone a esta mujer en relación con «la hija» del jefe. Ambas son figuras de Israel; la primera describe la causa de su mal, su exclusivismo; la segunda, simboliza que ese mal lleva al pueblo a la ruina definitiva, a la muerte. El «padre / jefe» ha sido incapaz de mantenerla en vida. Para Jesús, sin embargo, esa muerte no es necesariamente definitiva. Utiliza para designar a la hija el término «muchacha» o «mocita» (korasion), que designa a la jovencita apta ya para el matrimonio. Con esa denominación Jesús la hace pasar de la situación dependiente (18: «mi hija») a la de independencia (24.25: «muchacha»). En su nueva condición puede volver a la vida por el contacto con Jesús. Ahí está la única esperanza para Israel; se requiere el acercamiento de Israel a Jesús (mujer con flujos), renunciando a su sometimiento a la Ley, que le impide hacerlo.

vv. 23-26:Jesús llegó a casa del personaje y al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: 24-¡Fuera, que la muchacha no ha muerto, está durmiendo! Ellos se reían de ÉL. 25Cuando echaron a la gente, entró Jesús, cogió a la muchacha de la mano y ella se levantó. 26La noticia del hecho se divulgó por toda aquella comarca.

Hay una multitud que se ríe de la esperanza que abre Jesús. Israel vuelve a la vida como futura esposa («muchacha»). Jesús es «el esposo» (9,15) a quien está destinada y que le ofrece su alianza (26,28). La fama de Jesús se extiende.