Reflexiones Bíblicas
San Mateo 10,7-15.

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

7Por el camino proclamad que está cerca el reinado de Dios, 8curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. De balde lo recibisteis, dadlo de balde.

9No os procuréis oro, plata ni calderilla para llevarlo en la faja; 10ni tampoco alforja para el camino, ni dos tú­nicas, ni sandalias, ni bastón, que el bracero merece su sus­tento.

11Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí que se lo merezca y quedaos en su casa hasta que os vayáis.

12A1 entrar en una casa, saludad. 13Si la casa se lo me­rece, que la paz que le deseáis se pose sobre ella; si no se lo merece, vuestra paz vuelva a vosotros.

14Si alguno no os recibe o no os escucha, al salir de su casa o del pueblo sacudios el polvo de los pies. 15Os ase­guro que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquel pueblo.

COMENTARIOS

Jesús envía a anunciar el reino que viene, en términos muy primitivos, conformes a los que los profetas habían empleado para anunciar el reino mesiánico : curación de los enfermos y resurrección de los muertos.

El enviado debe mostrar sobre todo con su estilo de vida y su pobreza que ese reino es inminente.

Jesús no se contenta con entregar a sus enviados un mensaje; desea que su estilo de vida sea la reproducción viva de la palabra proclamada. Las modalidades de este estilo de vida no dependen, pues, totalmente de una decisión privada de los misioneros, y se comprende que la Iglesia se preocupe de las actitudes de sus discípulos.

Pero estas modalidades pueden cambiar en el curso de los siglos y en función de las civilizaciones en las que es proclamado el mensaje. La pobreza ha adquirido formas muy diversas, desde la de las ordenes mendicantes hasta la de los sacerdotes obreros.

Hoy parece imponerse un nuevo estilo de vida, en el que podrían dominar elementos como la inserción en la construcción del mundo; la hospitalidad y la acogida, considerados ya no como recibidos, sino ofrecidos; la oración y la liturgia; la vida en equipo...

Las formas cambian, las culturas se buscan. Pero algo sigue siendo esencial: la misión pasa por el compromiso personal del enviado.

La pobreza del misionero es anunciadora del reino que viene; y porque los cristianos la perciben de esta forma, vienen en ayuda del enviado de Dios para permitirle mantenerse en su vocación.
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