Reflexiones Bíblicas
San Mateo 10,24-33.

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

24Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo. 25Ya le basta al discípulo con ser como su maestro y al esclavo como su amo. Y si al cabeza de familia le han puesto de mote Belcebú, ¡cuánto más a los de su casa!

26Conque no les cojáis miedo, porque nada hay cubierto que no deba descubrirse ni nada escondido que no deba saberse; 27lo que os digo de noche, decidlo en pleno día, y lo que escucháis al oído, pregonadlo desde la azotea.

28Tampoco tengáis miedo de los que matan el cuerpo pero no pueden matar la vida; temed si acaso al que puede acabar con vida y cuerpo en el fuego.

29¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo caerá al suelo sin que lo sepa vuestro Padre. 30Pues, de vosotros, hasta los pelos de la cabeza están contados. 31Conque no tengáis miedo, que vosotros valéis más que todos los gorriones juntos. 32En conclusión: Por todo el que se pronuncie por mí ante los hombres, me pronunciaré también yo ante mi Padre del cielo, 33pero al que me niegue ante los hombres, lo negaré yo a mi vez ante mi Padre del cielo.

COMENTARIOS

Este pasaje parece falto de unidad: el evangelista agrupa sentencias de Cristo pronunciadas en distintas circunstancias y con perspectivas extrañas al discurso de Mateo. Pero enlazadas por palabras clave, ellas encuentran su unidad en la intención del evangelista de hacer la teología de las dificultades y contradicciones de la vida misionera. Mateo no va tan lejos como Pablo (Rm 5,1-5), pero subraya algunos elementos importantes: la solidaridad del maestro y su discípulo en la contestación; la obligación del discípulo de llegar más a fondo que el maestro en la revelación del mensaje; la confianza necesaria en la protección de Dios y, finalmente; la recompensa asegurada en el juicio.

Para Mateo, lo mismo que para Pablo, la misión debe prepararse a tropezar en su camino con la persecución, porque la edificación del reino no puede realizarse sin el desgarramiento del corazón del hombre, ni sin enfrentarse con un mundo que busca la salvación en sí mismo. Entre la sabiduría del mundo y la sabiduría de Cristo es inevitable la oposición; pero es necesario que la Iglesia del Vaticano II reestructure su diálogo con el mundo, porque este encuentro es parte de su esencia misionera. Ni aun estando sellada la reconciliación podrían marchar todos los hombres unidos. Practicar las bienaventuranzas evangélicas será siempre motivo de contradicción.



.