Reflexiones Bíblicas
San Mateo 10,34-11,1

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

34No penséis que he venido a sembrar paz en la tierra: no he venido a sembrar paz, sino espadas; 35porque he ve­nido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con la suegra; 36así que los enemigos de uno serán los de su casa (Miq 7,6).

37E1 que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; 38y el que no coge su cruz y me sigue, no es digno de mí.

39E1 que ponga al seguro su vida, la perderá, y el que pierda su vida por causa mía, la pondrá al seguro.

40E1 que os recibe a vosotros, me recibe a mi, y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado. 41E1 que re­cibe a un profeta en calidad de profeta tendrá recompensa de profeta: el que recibe a un justo en calidad de justo, tendrá recompensa de justo; 42y cualquiera que le dé a be­ber aunque sea un vaso de agua fresca a uno de estos pe­queños por su calidad de discípulo, no se quedará sin re­compensa, os lo aseguro. COMENTARIOS

San Juan Crisóstomo:

"Yo era un extranjero, dice Cristo, y me habéis acogido" (Mt 25,35). Y más aún: "Cada vez que lo habéis hecho a uno de estos pequeños, a mí me lo habéis hecho" (Mt 25,40). Puesto que se trata de un creyente y de un hermano, aunque se trate del más pequeño, es Cristo quien entra con él. Abre tu casa, recíbele. "El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá una recompensa de profeta"… Estos son los sentimientos que se deben tener al recibir a un huésped: la complacencia, el gozo, la generosidad. El huésped es siempre tímido y vergonzoso. Si su anfitrión no le recibe con gozo, se retira sintiéndose menospreciado, porque es peor ser recibido medianamente que no ser, en absoluto, recibido.

Abre tu casa donde Cristo encuentre alojamiento. Di: "Esta es la habitación de Cristo. Esta es la mansión que le está reservada". Aunque sea muy sencilla, no la va a desdeñar. Cristo está desnudo, extranjero. No le hace falta más que un techo. Por lo menos, dale esto; no seas cruel e inhumano. Tú, que muestras tanto deseo por los bienes materiales, no te quedes frío ante las riquezas del espíritu… Para tu coche tienes un local, ¿y no tendrás ninguno para Cristo vagabundo? Abraham recibió a los huéspedes allí donde él vivía (Gn 18). Su mujer les trató como si fuera la sirvienta, y ellos, los amos. Ni el uno ni la otra sabían que recibían a Cristo, que acogían a ángeles. Si lo hubieran sabido, se hubieran despojado de todo. Nosotros, que sabemos reconocer a Cristo, mostremos aún más prisa que ellos que creían recibir sólo a unos hombres.






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