Reflexiones Bíblicas
San Mateo 13,36-43

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

36Luego dejó a la multitud y se fue a la casa. Los discípulos se le acercaron a pedirle:

-Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.

37Él les contestó:

-El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; 38el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los secuaces del Malo; 39el enemigo que la siembra es el diablo, la cosecha es el fin de esta edad; los segadores, los ángeles. 40Lo mismo que la cizaña se entresaca y se quema, sucederá al fin de esta edad: 41el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, escardarán de su reino todos los escándalos y a los que cometen la iniquidad 42y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. 43Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su padre.

Quien tenga oídos, que escuche.

COMENTARIOS

v. 36: Luego dejó a la multitud y se fue a la casa. Los discípulos se le acercaron a pedirle: -Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.

Vuelta a la casa de donde había salido (13,1), es decir, a la soledad con el grupo de discípulos. Éstos no han comprendido la parábola de la cizaña. La explicación muestra el interés catequético que esta parábola tiene para Mt.

v. 37: Él les contestó: -El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre...

«El Hijo del hombre» es el que siembra, y el campo es el mundo: el mensaje evangélico accesible a la humanidad entera no es el del Mesías judío, sino el del Hijo del hombre. El mensaje contiene así lo que es el Hijo Hombre según el proyecto creador, tanto en su dimensión individual (hijo de Dios) como social (el reinado de Dios).

Jesús no explica la parábola paso por paso, se limita a dar las claves de lectura.

«El Hijo del hombre»: sembrar no era función de la figura humana de Dn 7,13 ni de «el Hijo del hombre» del Libro de Henoc, ni siquiera del Mesías según la idea transmitida. Al emplear Jesús esta expresión la vacía de toda posible alusión a un personaje determinado, mostrando que no la utiliza como título.

vv. 38-40: el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los secuaces del Malo; 39el enemigo que la siembra es el diablo, la cosecha es el fin de esta edad; los segadores, los ángeles. 40Lo mismo que la cizaña se entresaca y se quema, sucederá al fin de esta edad...

Es curioso que la buena semilla no sea el mensaje, sino «los ciudadanos del reino». Esta expresión había aparecido en 8,12, pero aquí no se refiere a los israelitas, sino a los que han hecho suyo el mensaje de Jesús. Son los que cumplen el programa anunciado en las bienaventuranzas (5,3-10), código del reino. Frente a éstos, que trabajan por la paz (5,9) y colaboran en la obra de salvación, aparecen otros, sus antagonistas, «los secuaces del Malo», es decir, los que siguen el programa opuesto, sintetizado en las tentaciones de Jesús: los partidarios del poder, el prestigio y la riqueza. De hecho, el que hace surgir en el mundo la oposición al programa de Jesús es «el diablo», encarnación del poder en todas sus manifestaciones. La victoria del reinado de Dios no es, pues, inmediata; encuentra un constante antagonismo (cf. 5,10). Éste no es un mal que existía ya antes, sino nuevo, subsiguiente a la siembra hecha por el Hijo del hombre. No puede identificarse, por tanto, con los sistemas existentes, sino con las desviaciones que aparecen bajo el nombre cristiano. El pasaje está en relación con el de los «falsos profetas» (7,15-20); son los árboles que dan frutos malos (7,17s). La contradicción dentro de la comunidad cristiana existirá siempre mientras dure su etapa histórica, y no hay que empeñarse en solucionarla antes de tiempo. La separación se hace en la etapa poshistórica inaugurada por «el fin de esta edad», que es al mismo tiempo su culminación (cf. 24,3; 28,20).

"El fin de esta edad" no ha de confundirse simplemente con «el fin del mundo». Tiene un aspecto individual, que coincide con la muerte física, y otro social, el fin de la historia (cf. 28,20). Con imágenes tradicionales (envío de los ángeles, destrucción de los inicuos) se describe la suerte de «los secuaces del Malo». Mt precisa quiénes son éstos: «los escándalos», producidos por la ambición de poder (el uso del abstracto alude con más claridad a 18,6-9), que hacen fallar a otros en la fe, y «los que cometen la iniquidad». Este último apelativo está aplicado por Mt a discípulos no comprometidos (7,21-23). La cizaña representa, pues, 1) a los que se arrogan un rango, despreciando a los demás (ambición de poder, tercera tentación), y 2) a los que usan de los dones para utilidad o prestigio propio y no para el bien de los otros (primera y segunda tentación).

v. 41: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, escardarán de su reino todos los escándalos y a los que cometen la iniquidad...

En este pasaje se menciona por primera vez «el reino del Hijo del hombre». Según 9,6, la autoridad compete al Hijo del hombre en la tierra. El reinado del Hijo del hombre es una manera de designar la fase histórica del reinado de Dios (cf. 16,28; 25,34: «el rey»).

v. 42: y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes.

«El horno de fuego» es imagen de la escatología judaica, equivalente a la de la gehenna (5,22: «el quemadero»). «El llanto y el rechinar de dientes» es la suerte destinada al Israel infiel (cf. 8,12; además, 13,50; 22,13; 24,51; 25,30). La fase poshistórica del reino se llama «el reinado del Padre» (cf. 26,29).

v. 43: Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su padre. «Los justos brillarán» es una frase que alude a Dn 12,3; Eclo 50,7. «Los justos» equivalen a «los ciudadanos del reino» (= la buena semilla). No son ya «los justos» del AT (cf. 1,19; 13,17; 23,29), sino los que han practicado una fidelidad bien superior a la de los letrados y fariseos (5,20), por atenerse a las bienaventuranzas promulgadas por Jesús.

«El reino del Padre de los justos»: éstos son, por tanto, los llamados «hijos de Dios», los que han trabajado por la paz (5,9). Se delimita se modo el significado de «los secuaces del Malo»; son los que se han opuesto al desarrollo y felicidad del hombre por pretender poder o por desentenderse del prójimo.

v. 43b: Quien tenga oídos, que escuche...

Jesús añade este aviso, mostrando la importancia de la explicación dada. Esta es una advertencia a los suyos. En realidad, cualquier discípulo puede convertirse en cizaña: basta que ceda a la instigación del «diablo», al ansia de poder y prestigio en la comunidad. La suerte que le espera es la destrucción.