Reflexiones Bíblicas
San Mateo 22,1-14

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: "El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda." Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda."

Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos."

COMENTARIOS

La parábola de los invitados desagradecidos iba dirigida contra las autoridades religiosas y grupos dirigentes de Israel, que desecharon la propuesta de Jesús, se negaron a reconocerlo como el Enviado de Dios esperado por siglos, y terminaron asesinándolo. El escenario es el mismo que el de los viñadores asesinos (Mt 21,33-46), la viña que no dio frutos (Jn 15,1-2;Is 5,1-4) y el de otras parábolas del Señor sobre la ingratitud de su pueblo.

Jesús detalla diversas formas de respuesta de la gente ante el proyecto de Dios. Muchos están tan imbuidos en sus negocios que, aunque reciban una embajada celestial, no la atenderán, porque lo suyo es más importante. Otros están tan metidos en sus esquemas religiosos que consideran un estorbo la invitación de los mensajeros a participar de la gran fiesta de su rey. El reino de Dios es un banquete festivo, pero con nuestra conducta podemos convertirlo en un funeral. Lo que le pasó a Israel puede sucedernos a nosotros. Dios envía a sus profetas para invitarnos a la fiesta, pero nosotros preferimos nuestros quehaceres de todos los días. Idolatrando nuestros proyectos y nuestra tranquilidad podemos llegar hasta el rechazo mortal a la gran fiesta de Dios, la construcción de su reino, a la que todos, sin excepción, estamos invitados.