Reflexiones Bíblicas
San Mateo 5,1-12a:Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a
la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar,
enseñándoles: "Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino
de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos
los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y
sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los
misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de
corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque
ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la
justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os
insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad
alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo."
Comentario:
Hoy, fiesta de Todos los Santos, se proclama el texto
de las bienaventuranzas para enseñarnos que sólo viven la fe cristiana auténtica
quienes acogen en plenitud el proyecto de Jesús, que es el reinado de Dios.
Reinado que implica vivir en caridad fraterna, en justicia, en igualdad,
tratándonos como hermanos, porque somos hijos de un mismo Padre. Así
construiremos una sociedad nueva.
Las bienaventuranzas no pueden entenderse de forma individualista y pietista, o
en una práctica intimista: yo solito con mi Dios. Al contrario, es en el ámbito
de lo comunitario donde tienen verdadera razón de ser. Así, por ejemplo,
"bienaventurados los que lloran" no tiene sentido si se pretende darle un valor
individual. Son felices aquellos que compadecen, es decir, que padecen con el
otro, que acompañan y comparten el sufrimiento del otro, no que sólo le tienen
lástima. Es en el compartir el dolor donde se encuentra la presencia de Dios
actuante en la comunidad.
Tampoco podemos situar las recompensas y premios de las bienaventuranzas como
para realizarse después de la muerte. El reino tendrá ciertamente allá su
plenitud, pero comienza en este mundo; es para construirse acá. Y es acá, en una
sociedad fraterna, donde seremos consolados, poseeremos la tierra comunitaria y
seremos reconocidos como hijos de Dios.