Reflexiones Bíblicas
San Mateo 7,21.24-27

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.

El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente."

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El evangelio nos regala una bella y bien conocida parábola que define las características del verdadero seguimiento, el que va más allá de la confesión de fe o las prácticas de piedad.

De nuevo, en otro sentido, el primado de las obras sobre las palabras. No basta el devoto reconocimiento de Jesús, hay que vivir cumpliendo el designio del Padre del cielo.

Estos que cumplen acciones extraordinarias y que llevan en sus labios el nombre del Señor, tienen una actividad que, aunque aparentemente laudable, es en realidad inicua, porque no nace del amor ni tiende a construir la humanidad nueva según el designio del Padre.

El discurso termina con una parábola compuesta de dos miembros contrapuestos. Jesús habla de dos clases de hombres que han oído el discurso precedente. La diferencia entre ellos se centra en llevar o no llevar a la práctica la doctrina escuchada.

Jesús no pone énfasis en los materiales, sino en el cimiento que garantiza la estabilidad. El cimiento es la coherencia de vida, que se logra si permitimos que la Palabra de Dios hable a nuestra realidad, entre en ella y la transforme.