Reflexiones Bíblicas
San Mateo 11,16-19

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: "¿A quién se parece esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza, que gritan a otros: "Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones, y no habéis llorado." Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: "Tiene un demonio." Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores." Pero los hechos dan razón a la sabiduría de Dios."

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Jesús sigue hablando a las multitudes, y va a hacer una dura crítica de los que no aceptaron a Juan ni lo aceptan a él. No critica a la multitud que lo escucha, pues va a referirse a terceras personas. De ahí la traducción «esa clase de gente».

No han aceptado la austeridad de Juan ni aceptan la vida de Jesús, que no practica la ascesis (18s). Todo es para ellos motivo de crítica. Tomando pretexto de su austeridad de vida, llaman a Juan «loco»; quieren neutralizar la proclamación que anuncia el reinado de Dios y exige la enmienda, provocando un alejamiento de la institución judía centrada en Jerusalén (3,5). El pueblo busca a Dios en el profeta del desierto, no en su propia institución religiosa (3,5). Lo que rechazan en Jesús es su ruptura con los moldes de la cultura judía (9,14-17) y su aceptación de los recaudadores y pecadores en el reino de Dios, rompiendo los esquemas religiosos. Quieren desacreditarlo. Toman pretexto de su vida no ascética para ridiculizar su comportamiento («un comilón y un borracho») e intentan difamarlo por tratar con gente despreciada («amigo de recaudadores y pecadores»). La campaña difamatoria intenta cubrir los verdaderos motivos de la oposición a Juan y a Jesús.

En el v. 19, Jesús se designa como «el Hombre», expresión de profundo contenido teológico. «El Hombre» acabado, el portador del Espíritu de Dios, no se sale de la sociedad como Juan para llevar una vida peculiar. Siendo «el Hombre» la cima de lo humano, no se avergüenza de ser hombre y asumir lo que es común a todo hombre. Con esto rechaza Jesús que la praxis ascética signifique una ascensión en la perfección humana. La pobreza que él propone y practica no significa privación voluntaria de lo necesario.

La sabiduría de que habla Jesús se refiere, sin duda, al plan de Dios. El lo va actualizando con «las obras del Mesías» que provocaron la pregunta de Juan Bautista (11,2), es decir, con la liberación del pueblo, la supresión de su estrechez nacionalista, la curación de sus deficiencias. A la campaña difamatoria de sus enemigos (cf. 5,11) opone Jesús los hechos de su actividad. Para todo hombre de buena voluntad, son éstos el criterio de juicio.