Reflexiones Bíblicas

San Mateo 8,5-17

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J



Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole": "Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente". Jesús le dijo: "Yo mismo iré a curarlo". Pero el centurión respondió: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: 'Ve', él va, y a otro: 'Ven', él viene; y cuando digo a mi sirviente: 'Tienes que hacer esto', él lo hace". Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: "Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes". Y Jesús dijo al centurión: "Ve, y que suceda como has creído". Y el sirviente se curó en ese mismo momento. Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo. Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: El tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades. 

Leer el comentario del Evangelio por : San Agustín (354_430) obispo de Hipona, doctor de la Iglesia 

"Señor, no soy digno de que entres en mi casa." (Lc 7,6)

Cristo, viniendo desde otro país, no encontró aquí más que penas, dolores y muerte en abundancia. Esto es lo que hay aquí en abundancia, de lo que tú tienes aquí en abundancia. Comió contigo de lo que hay en abundancia en la pobre casa de tu desdicha. Bebió vinagre, ha gustado la hiel (Jn 19,29). Esto es lo que ha encontrado en tu pobre casa.

Pero él te ha invitado a su casa magnífica, a su mesa celestial, al manjar de los ángeles donde él mismo es el pan (Jn 6,34). Abajándose hasta tu casa de pobreza y encontrando la desdicha en tu morada, no ha rehusado sentarse a tu mesa tal cual era. Te ha prometido sentarte a su mesa... Ha cargado sobre sí toda la infelicidad y te dará toda su felicidad. Sí, te la dará, pues nos ha prometido su vida.

Y todavía hay algo más increíble: Nos ha dado como prenda su propia muerte. Como si nos dijera: Os invito a participar en mi vida donde nadie morirá, donde se encuentra la felicidad verdadera, donde el alimento no se corrompe ni nunca faltará. En el país de los ángeles, en la amistad con el Padre y el Espíritu Santo. Os invito a un banquete eterno, a mi amistad fraternal. En fin, os invito a participar de mí mismo, os invito a mi propia vida. ¿No creéis que os voy a dar mi propia vida? ¡Tomad mi muerte como testimonio!