Reflexiones Bíblicas

San Mateo 10,24-33

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J



El discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño. Al discípulo le basta ser como su maestro y al servidor como su dueño. Si al dueño de casa lo llamaron Belzebul, ¡cuánto más a los de su casa! No les teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido. Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas. No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena. ¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo. Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros. Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres. 

Leer el comentario del Evangelio por : Tomás de Celano (1190_1260) biógrafo de San Francisco y Santa Clara 

"Ni un pajarito cae en tierra sin que lo sepa vuestro Padre...No temáis!" (Mt 10,29)

Llegado a una gran manada de pájaros, el bienaventurado Francisco se dio cuenta que le esperaban. Les dirigió su saludo habitual, se admiraba de que no se escaparan como de costumbre, les dijo que debían de escuchar la Palabra de Dios y les rogó humildemente de estar atentos.

Les dijo, entre otras cosas: "Pajaritos, hermanos míos, tenéis motivo de alabar y amar a vuestro creador. El os ha dado las plumas de vestido, las alas para volar, y todo lo que necesitáis para vivir. De entre todas las criaturas de Dios, vosotros tenéis la mayor suerte. Os ha dado el aire y su pureza como vuestro espacio vital. No habéis sembrado ni segado, os da vuestro alimento y vuestra cobijo sin que os tengáis que inquietar por ello." A estas palabras, según el mismo santo y sus compañeros, los pájaros expresaron a su manera una inmensa alegría: alargaban sus cuellos, desplegando sus alas, abriendo el pico y mirando con toda atención. El Santo se paseaba entre ellos, rozando con su túnica sus cabezas y sus cuerpos. Finalmente, los bendijo trazando sobre ellos la señal de la cruz y permitiéndoles que se fueran volando. El siguió el camino con sus compañeros y, exultante de alegría, dio gracias a Dios que es reconocido y venerado por todas las criaturas. 

Francisco no era un simple pero tenía la gracia de la simplicidad. Se acusaba entonces de no haber predicado antes a los pájaros ya que escuchaban con tanta atención y respeto la Palabra de Dios. A partir de este día no dejaba de exhortar a todos los pájaros, a todos los animales, a los mismos reptiles y hasta a las criaturas insensibles, a alabar y amar al Creador.