Reflexiones Bíblicas

San Mateo 11,11-15

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J



Comentario del Evangelio por San Agustín : “Todos los profetas, al igual que la ley, han hablado hasta Juan” 

Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él. Desde la época de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos es combatido violentamente, y los violentos intentan arrebatarlo. Porque todos los Profetas, lo mismo que la Ley, han profetizado hasta Juan. Y si ustedes quieren creerme, él es aquel Elías que debe volver. ¡El que tenga oídos, que oiga! 

“Todos los profetas, al igual que la ley, han hablado hasta Juan”


Hermanos, la ley y los profetas contenían, hasta llegar Juan, unos signos que tenían por finalidad anunciar el porvenir. Los signos de la nueva ley, en cambio, los sacramentos de nuestro tiempo, atestiguan la venida de lo que anunciaron los antiguos. Y Juan es entre todos los precursores de Cristo el que lo anuncia como inminente. 

Porque todos los justos y todos los profetas de los siglos anteriores anhelaban ver el cumplimiento de aquello que el Espíritu Santo les hacía vislumbrar de lejos, levantando el velo de lo que había de suceder. El Señor Jesús lo dice él mismo: “...muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.” (Mt 13,17) Por esto se dice de Juan que es más que un profeta y que no hay otro mayor que él entre los nacidos de mujer.

En efecto, los justos de los primeros tiempos tan sólo gozaban del favor de anunciar a Cristo; Juan Bautista, en cambio, tuvo la gracia de anunciarlo cuando todavía estaba lejos, y de verlo, por fin, presente. Juan ha visto sin velo a aquel que los otros anhelaban ver. De hecho, el signo de su bautismo pertenece todavía a la era del anuncio de Cristo que viene, si bien en el último extremo de esta espera. Hasta Juan existían las predicciones de la venida del Señor; ahora, después de Juan, esta venida de Cristo no se predice, se proclama.