Reflexiones Bíblicas

San Mateo 18,15-20

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano. 

Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos." 

COMENTARIOS

Hoy celebramos la fiesta de uno de los mártires más recordados por la Iglesia antigua. Lorenzo encarna un ideal de iglesia pobre, comprometida y radical que hace realidad las palabras del evangelio: si el grano de trigo no muere, queda infecundo.

La iglesia antigua, anterior al siglo IV, se distinguió por su radicalidad y transparencia. Jamás transigió con el despótico poder imperial. Nunca se sometió a los criterios de las religiones ‘oficiales’ que legitimaban la fuerza, la idolatría y la violencia como fundamentos del orden político y social. En aquellos años los cristianos representaban una de las pocas alternativas frente a la potencia uniformadora y alienante de un estado fundado sobre la desigualdad sistemática, la intolerancia y la fuerza de las armas. 

Lorenzo prefirió la muerte en las llamas a vender su conciencia. Su convicción lo llevó a aceptar la tortura antes que la apostasía. Él sabía que estaba en juego la verdad del evangelio y no sólo una opinión personal. Desafortunadamente siglos más tarde, cuando el clima de persecución y violencia se había moderado algunos dirigentes eclesiales optaron, con la mejor buena fe, por ‘unirse’ a las fuerzas imperiales, pero no calcularon el precio de ‘unirse con el enemigo’. Esta decisión arrastro a la iglesia a una época turbia donde el poder del imperio se convirtió en el poder de las autoridades eclesiásticas y, entonces, la pequeña iglesia del testimonio y del martirio quedo opacada por la fusión de la corona imperial con la autoridad eclesiástica.