Reflexiones Bíblicas

Mateo 17,10-13

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Los discípulos le preguntaron: "¿Por qué dicen los maestros de la ley que Elías debe venir antes?". 

Él respondió: "Elías vendrá antes a ponerlo todo en orden. 

Pero yo os digo: Elías ha venido ya y no lo han reconocido, sino que lo han tratado a su antojo. Así también el hijo del hombre ha de padecer por parte de ellos". 

Entonces entendieron los discípulos que les había hablado de Juan el Bautista.


Comentarios de Marcel Bastin y otros

Juan Bautista es decapitado por culpa de los bellos ojos de una bailarina y por denunciar el adulterio de un reyezuelo sin ninguna personalidad... ¡Así de estúpida es a veces la muerte de los profetas! A no ser que bajo ese destino trágico se revele el duelo implacable entre el despecho y la pasión de la palabra, ¿qué había entre Herodías y el Bautista, sino el combate de la verdad? Evidentemente, Juan era Elías redivivo: un fuego ardiente, una palabra sin concesiones, una pasión por Dios.

En la vida de Elías no hay más que fuego. Su palabra quema como una antorcha; hace descender el fuego del cielo y es llevado a él en un carro tirado por corceles de fuego. Un día dirá Jesús: «He venido a prender fuego a la tierra, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!». Arderá, ¡pero con el fuego del amor llevado hasta el extremo! La pasión por Dios se trocará en pasión del Hijo del hombre, crucificado.

¡Hermano, no hay más fuego que el del amor! Pero guárdate de apagar su ardor llamando amor a lo que no es sino empalagosa tibieza... Aquí tenemos a un rey que dice a una muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré ... » Y aquí tenemos también a un hombre que dice a Dios: «No se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú ... » ¡Cuando el amor se convierte en debilidad y cobardía, el fuego está a punto de extinguirse! Pero el amor renace cuando un hombre se entrega a Dios con una voluntad que purifica todas las cosas en el fuego de la pasión. ¡Dichosos los apasionados! Ciertamente, Herodes no era uno de ellos...


Pon, Señor, en nuestros labios una palabra de verdad, fiel hasta el final.

Pon en nuestros corazones el fuego de la pasión con la que tu Hijo Jesús entregó su vida para hacernos saber el nombre y el precio del amor.