Reflexiones Bíblicas Dominicales

Domingo II del Tiempo Adviento, Ciclo A

Introducción a las lecturas

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Isaías 11,1-10 Romanos 15,4-9 Mateo 3,1-12

 

ISAÍAS. Esta profecía de Isaías tiene como núcleo una promesa que Dios se dispone a cumplir. la realización del anuncio está ligada a la enseñanza y la instrucción del Señor. En nuestro texto: "está lleno el país de la ciencia del Señor, como las aguas colman el mar".

La ciencia del Señor, la sabiduría de Dios, se manifiesta en el ejercicio de su gobierno sobre sus criaturas y en su señorío sobre la historia. El gobierno divino de la historia humana no es llevado a cabo al margen de las personas. Por el contrario, es, con ellas, como se realiza. La ciencia de Dios se basa en el profundo conocimiento de su obra, de sus criaturas. Por eso actúa a través de ellas; en este caso, de los hombres y mujeres que, elegidos para una misión, son invitados a colaborar con Dios para que la historia camine hacia un fin preciso. En nuestro pasaje, el profeta invita a descubrir el elegido para este cometido. Del tronco de Jesé, del que un día surgió David, brotará ahora, en el tiempo del cumplimiento de la profecía, un renuevo. Y sobre él, como sucede con todos los elegidos, descansará el espíritu de Dios. Un espíritu que lo convertirá en el instrumento dócil y eficaz para el tiempo de salvación que está a punto de comenzar.

 

MATEO. La predicación de Juan Bautista, con que se abre el evangelio de este domingo 2º de Adviento, es clara y bien directa: "Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos". El anuncio de conversión es el mismo que hará Jesús al comenzar su ministerio.

El evangelista nos presenta así a Juan Bautista como un predicador cristiano que se dirige a la comunidad, a la de todos los tiempos, para invitar a la conversión como actitud básica y primera de apertura al Reino de Dios. Quien quiera encontrarse con Jesús debe confesar sus pecados y cambiar de vida, lo que significa, en primer lugar, tomar conciencia de la propia situación en confrontación con Él. Jesús es ahora el criterio de discernimiento de nuestra vida porque, según las palabras de Juan Bautista, "tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga".

Prepararnos para la Navidad es abrirnos al encuentro con Jesús y dejar que transforme nuestra vida y la oriente en la dirección que nos abre su encarnación y su propia vivencia: la de la apertura radical al hermano, la del encuentro sincero con los hombres y mujeres que viven a nuestro lado, para acoger su propia vida, con sus alegrías y dolores, y construir una civilización de encuentro y fraternidad. Y esto no puede ser una cuestión puramente teórica, a la que difícilmente alguien podrá poner objeciones, sino un empeño real. Hay que dar "el fruto que pide la conversión". Ni nadie nos puede decir cuál ha de ser; tenemos que responder cada uno de nosotros, personalmente