Reflexiones Bíblicas Dominicales

Domingo II del Tiempo de Adviento, Ciclo B

Introducción a las lecturas

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Isaías 40,11-5.9-11: 2Pedro 3,8-14: Marcos 1,1-8: 

2ªPEDRO. 

La predicación de los apóstoles se había centrado en torno a la promesa de Cristo de volver. Algunos fieles comenzaban a dudar. La respuesta del autor es muy enérgica: si se retrasa es porque, en primer lugar, Dios no tiene la misma noción del tiempo que el hombre. Dios se toma el tiempo necesario para convencer a su interlocutor y para inducirle a compartir su punto de vista y su vida. Porque Dios no salva al hombre sin el hombre, ni le cura sin la fe, ni concede su filiación sin conversión. Todo es encuentro y diálogo,

La Eucaristía se celebra "hasta que Él vuelva". Participar en la Eucaristía con la convicción de que la vuelta del Señor no tiene nada que ver con la historia de los hombres y que dejará en ridículo los esfuerzos de éstos por su carácter repentino es hacer mentirosa a la vez a la Eucaristía, hecha del pan y del amor de los hombres, y hacer mentirosa a la verdadera espera de la vuelta del Señor, mediante el testimonio de santidad que se puede dar en la vida de cada día.

La Eucaristía es, además, el sacramento de la paciencia de Dios y el alimento de nuestra tolerancia. Dios "tarda, efectivamente, en venir". Jesús ha esperado al otro hasta más allá de la muerte. Por esta razón, la tolerancia cristiana se nutre del recuerdo de la paciencia de Cristo.

EVANGELIO.

 La obra de Marcos comienza con una introducción, que es todo un tesoro a pesar de su brevedad. En el primer versículo nos proporciona el título, que desea dar a su escrito: "Evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios". Conviene no pasar por alto ese escueto de JesuCristo, que dice mucho más de lo que puede parecer. Jesús es el sujeto, el protagonista de la buena noticia de la salvación y, al mismo tiempo, el objeto, el contenido mismo de ella. En el evangelio todo está centrado, por lo tanto, en su persona y obra, y orientado hacia su mensaje y destino. En sus páginas se descubre su misterio, quién es Él en realidad y qué es lo que hace para bien de los humanos.

Y esta alegre nueva del que es, a la vez, Mesías e Hijo de Dios puede llenar a cada hombre de gozo y felicidad, cuando acogemos su evangelio y nos dejamos interpelar por su contenido, en el que Él está presente y actuante con la fuerza de su Palabra y el aliento de su Espíritu. Siempre puede haber un principio en nosotros, que nos haga caer en la cuenta de lo mucho que representa Jesús para nuestra vida, cuando nos abrimos sin reticencias a su persona y nos entregamos incondicionalmente a su causa, permanente en la historia, como discípulos, mediante la escucha y puesta en práctica de su evangelio.