Reflexiones Bíblicas Dominicales

Domingo I de Cuaresma, Ciclo A

Introducción a las lecturas

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Gen 2,7_9; 3,1_7   Rom 5,12_19 Mt 4,1_11

GÉNESIS. El texto muestra una clara enseñanza religiosa: el ser humano es una criatura que es llamada a la existencia por la fuerza creadora y la voluntad decidida de un creador. Es una criatura muy especial, pues es colocada en el centro de la creación como "señor" del resto de las criaturas. Nada ni nadie, sólo Dios, está por encima de él.

Como criatura es un "ser relativo". Su existencia no depende de sí mismo, sino que está vinculada a su creador. Su aliento vital procede de Dios; su existencia está en sus manos.

Aunque el texto permite diversas lecturas e interpretaciones, claramente podemos resaltar que, partiendo de una situación idílica, se llega a un resultado dramático debido a una ruptura dada entre el creador y la criatura.

Eva, Adán y todos nosotros sentimos hoy la tentación de elevarnos por encima de nosotros mismos y sobrepasar las fronteras que nos limitan a ser lo que somos. Conocer sin límites, gozar sin límites, vivir sin límites, dominar sin límites... Esta es la tentación de la criatura. Pero todo exceso en esta dirección nos hace descubrir que "estamos desnudos". Y cubrimos nuestra desnudez con múltiples "hojas de higuera". Un engaño que no oculta la realidad.

Echar la culpa a la serpiente (como Eva) o al que está a nuestro lado (como Adán) no sirve para desprendernos del fatal círculo vicioso al que nos somete el pecado. Sólo un camino es posible para superar, como don, la condición limitada: una profunda, sincera y entregada unión con el creador. La tentación de Jesús, que le empuja (como hombre) a construir un "reino de Dios sin Dios", es superada por su filial confesión: "Al Señor tu Dios adorarás y a él solo darás culto". En la afirmación del creador está la posibilidad de trascender los límites de la criatura.

 

MATEO. El relato literario de las tentaciones, como el de otros hechos que jalonan la vida de Jesús, no quiere ser un reportaje filmado y minuciosamente detallado, ni en lo cronológico ni en lo geográfico. Cada evangelio, subrayando un aspecto u otro, según los oyentes o lectores que tiene a la vista, pretende transmitir una enseñanza de fe.

Al final de un ayuno prolongado, cuarenta días y cuarenta noches, es lógico que aparezca el hambre. Como Hijo de Dios, viviendo en su cercanía, Jesús estará en una situación de privilegio para remediar esa carencia de alimentos. Que se note que tiene como Padre a Dios. Jesús responde con un acto de obediencia confiada a su Padre y jamás hará milagros para lograr ventajas personales. Él no se alimenta sólo de pan, sino que vive de la palabra de Dios, de su voluntad adorable, del proyecto de Dios sobre su vida. Eso es lo único que marca su camino.

Jesús no elegirá lo aparatoso, el éxito fácil, la magia de la seducción, el impresionar al personal, porque eso sería tentar a Dios. Lo suyo será lo sencillo, lo cotidiano, la ayuda "a pie de obra", la fidelidad a Dios. Y cuando, por ser fiel al proyecto de Dios, se vea condenado a muerte y clavado en la cruz, morirá en ella pero confiando en Él: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu".

Ni siquiera, para que se acepte el reino de Dios, se dejará Jesús apresar en las redes que dominan a la sociedad; a Dios sólo adorará, sólo a Dios servirá. Y cuando cumpla el máximo servicio, entregando voluntariamente su vida, el Padre le resucitará, y Jesús podrá decir: "Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra".