Reflexiones Bíblicas Dominicales

Domingo XXIX del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Introducción a las lecturas

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Ex.17,8-13 2Tim.3,14-4,2 Lc.18,1-8

ÉXODO. Los amalecitas, a quienes Moisés combate aquí, son un pueblo muy antiguo con el que también tendrá que enfrentarse David. Fueron los adversarios de los hebreos y, sobre todo, de Judá, durante varios siglos.

El episodio recogido en la lectura de este día subraya la importancia de la mediación de Moisés en esta guerra, y constituye, con marginaciones un tanto mágicas, una lección de la perseverancia en la oración.

Estamos ante una antigua tradición en la que se refleja la mentalidad oriental que considera el brazo como el instrumento del poder que media y actúa en la historia. También late en el relato la mentalidad mágico- pagana del desprendimiento de una fuerza a través de un gesto.

No se describe la batalla, sino el comportamiento de Moisés. En el texto no parece ninguna indicación de que Moisés esté rezando. El resultado depende de los brazos. Pese a que no se diga expresamente, es fácil de entender este gesto, los brazos en alto, como un gesto de oración.

LUCAS. La parábola del juez inicuo y de la viuda obstinada recuerda la necesidad de orar sin desaliento aun cuando el Señor tarde y parezca sordo a todas las llamadas.

Los dos personajes de la parábola son, de una parte, un juez sin fe ni ley, poco preocupado por hacer justicia, sobre todo cuando se trata de un ser tan débil como una viuda; en una palabra: un individuo bastante ancho de manga que termina por hacer justicia a la viuda para quedarse tranquilo y evitarse posibles consecuencias desagradables. Tenemos, por otra parte, a una viuda débil, pero segura de su derecho, por el que lucha encarnizadamente.

El argumento de Jesús es muy simple: si un juez inicuo termina por hacer justicia a una viuda, cuánto más Dios hará justicia a sus elegidos, actualmente a merced de sus enemigos.

La parábola da también a entender que Dios hará justicia urgentemente, pero sólo después de haber estado mucho tiempo contemporizando. Por consiguiente, el cristiano debe incluir en su oración la aceptación del plazo que Dios tenga determinado; orará "sin descanso".

La oración cristiana no es un llamamiento a la intervención inmediata y a la venganza. Coincide con la paciencia de Dios con el fin de que tengamos tiempo de convertirnos.

La oración de petición no consiste en esperar de Dios que haga por Sí mismo lo que nosotros no somos capaces de realizar: danos el pan, danos la paz, danos la curación. Dios no es un buzón. En realidad, esta oración es, en primer lugar una protesta: no se puede tolerar que la guerra se imponga constante a la paz, que la riqueza de unos cuantos aplaste a la masa de los pobres... En segundo lugar, es una comunión con el Dios de la paciencia. Una vez ya en comunión con Dios, los gritos de protesta van dando paso progresivamente a los actos.