Reflexiones Bíblicas Dominicales

Domingo XXXII del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Introducción a las lecturas

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

2Mac.7,1-2.9-14 2Tes.2,16-3,5 Lc.20,27-38

2MACABEOS. La ley por la cual los siete hermanos y su madre aceptan el sacrificio de su propia vida, tenida en muy alta estima entre los fariseos, sostiene que la salvación es un hecho seguro, pero hay que pasar antes por la prueba de la fidelidad. El relato del martirio de los Macabeos ha podido servir como medio de difusión de la doctrina de esta secta intransigente de los fariseos, encaminada a contrarrestar los efectos de las costumbres paganas de la época.

La salvación proveniente de Dios toma aquí la forma de una Resurrección. En el pensamiento judío, la resurrección del pueblo de Dios fue solamente una imagen, según la cual la muerte designaba el exilio y el sufrimiento, y la vida representaba automática mente la vuelta del destierro. Lo que hay de nuevo en el libro de los Macabeos es la fe en la resurrección individual de los futuros ciudadanos del Reino; resurrección, sin embargo, todavía parcial, ya que los impíos serán descartados.

En realidad, es la idea de retribución, muy arraigada en la mentalidad bíblica, lo que ha engendrado esta fe en la resurrección. Los justos son destinados a la vida, y la muerte no puede privarlos de este beneficio; los impíos, a su vez, son destinados a la muerte; y, si por un momento parecen escapar a ella, el combate de la prueba final los condenará a la descomposición.

La resurrección no es consecuencia de la esperanza de la fe que sólo pueden conocer los que están dispuestos a perder su vida. A un don corresponde otro don: hay que estar dispuesto a dar la propia vida para creer que esta será algún día recobrada. Que no espere recibir nada quien previamente no ha sido capaz de dar.

LUCAS. Prosiguiendo sus debates con los principales representantes de las sectas judías, Jesús responde en este pasaje a los saduceos, para quienes la resurrección de los cuerpos es algo absurdo, e invocan el caso de la viuda que se casa sucesivamente con los seis hermanos de su primer marido. Jesús les responde con toda precisión que el matrimonio es una condición de vida desconocido en el Reino, afirmando, además, la resurrección de los cuerpos.

¿Cómo ha encontrado Jesús una confirmación de la resurrección de los cuerpos en el Ex 3, 6? Esta referencia al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob hace alusión al Dios que sella la alianza con ellos y los protege. Pero este Dios es un Dios de vivos: resulta poco menos que absurdo proteger a los muertos y hacer alianza con ellos. Si, cuando Dios se proclama su salvador, Abraham hubiera estado definitivamente muerto, esta salvación sería simplemente un contrasentido; por consiguiente se impone la resurrección de Abraham y los restantes patriarcas, y esto que se afirma de los patriarcas puede afirmarse también de todos los miembros del pueblo elegido: la alianza debe permitir gozar de la protección de Yahvé contra el único enemigo importante: la muerte. Es cierto que todo esto no está contenido en el texto de Ex 3, 6 citado por Jesús, pero ¿quién puede desaprobar el uso que de él hace en función del desarrollo de la fe en Israel?

Al hacer alusión a los ángeles, Jesús quiere dar a entender que el lenguaje humano es incapaz de expresar la naturaleza de la vida del resucitado.