Reflexiones Bíblicas Dominicales

Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Introducción a las lecturas

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Mal. 3,19-20 2Tes. 3,7-12 Lc. 21,5-19

MALAQUÍAS. A su vuelta a Jerusalén, los judíos han encontrado una situación muy difícil, por lo que se extrañan de que Dios no recompense más puntualmente su fidelidad. Y sienten una enorme tentación de colaborar, por despecho, con el mundo pagano que los rodea.

Para dar confianza a estos judíos desanimados ante la conducta (para ellos injusta) de su Dios, el profeta les anuncia la proximidad del juicio: horno abrasador para los impíos, "sol de justicia" para los buenos. Esta última expresión parece estar tomada de la mitología fenicia, en la que un mes del año estaba consagrado al culto del sol. La utilización de este título es, tal vez, la forma de ocultar una fecha prevista para la salvación del pueblo.

El fuego ocupa un lugar especial en las descripciones proféticas del Día de Yahvé. Es bastante normal que los profetas vean en este elemento el instrumento del juicio, ya que Dios se comprometió a no utilizar más veces el agua para castigar a la humanidad. El Nuevo Testamento seguirá en ocasiones fiel a esta concepción, pero le dará un carácter espiritualista, haciendo del fuego el elemento purificador que hará posible la entrada en los últimos tiempos. De todas formas, se trata de un símbolo que evoca, ante todo, la realidad de la presencia de Dios en la vida del hombre.

 

LUCAS. Siguiendo todavía en la sección de la enseñanza en el Templo de Jerusalén, Jesús va a advertir, en un largo pasaje, en el que se inserta nuestro el texto evangélico de este domingo, del peligro que amenaza a los que, promovidos a cargos de responsabilidad, en lugar de entregarse al servicio de los demás, hacen de ellos un medio de vida y de promoción personal.

Éstos son los que ponderan la fortaleza indestructible de Jerusalén. Se quedaban boquiabiertos ante su propia obra, ante el entramado religioso y social que habían construido y del que se beneficiaban. Jesús no solamente no se deja impresionar por tales construcciones sino que su valoración es tajante: el derribo material del Templo será signo del éxodo de los cristianos hacia ámbitos de libertad y novedad. Porque Dios no quiere estructuras que apuntalen el poder sino ámbitos de acogida, de dignidad y de fe.

Para desvelar el momento en el que se inicia este éxodo definitivo y salvífico habrá una serie de signos que lo indiquen. El primero, que entre los mismos creyentes habrá quienes quieran atribuir a Jesús un carácter de mesías restauracionista: no convendrá darles crédito. El segundo, las guerras devastadoras que se van a suscitar: tampoco será el argumento definitivo porque «el fin» es otra cosa. El tercer signo de que el Reino va viniendo es, dicho de forma positiva, que va formándose la nueva familia de los creyentes, ya que la vieja familia (nación, clan familiar) se vuelve contra los creyentes, cuando éstos postulan un nuevo estilo de relaciones. Bien leído, el fin no se presenta aquí como algo catastrófico sino como una realidad nueva que nace. Visto que las relaciones establecidas, las oficiales, entre las personas están marcadas por el interés y la corrupción, la señal de la venida del reino será la consolidación y el avance del grupo cristiano como un grupo con relaciones nuevas, síntoma y símbolo de la nueva sociedad donde las estructuras de relación sean dignas, igualitarias y plenas.

Ante lo inevitablemente duro de situaciones así, que el creyente tenga la certeza de que el Padre vela por todos sus intereses y le acompaña en todos sus caminos. El éxito de todo este trabajo por alumbrar el mundo nuevo se mide por la constancia del creyente, por la tenacidad a la hora de creer y mantenerse en las promesas de Jesús. La constancia garantiza la vida, la fe en la sociedad de las nuevas relaciones, por encima de la herida que hoy se hace a la comunidad, y la constancia que dimana de la experiencia viva de Jesús son los apoyos que harán que el creyente no pierda el rumbo en tiempos de crisis y desaliento.