Reflexiones Bíblicas Dominicales

Solemnidad del Corpus Christi, Ciclo B

Introducción a las lecturas

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Éxodo 24,3-8 Hebreos 9,11-15 Marcos 14,12-16.22-26

EVANGELIO. Jesús realiza una serie de gestos sobre el pan. Estos gestos son: tomar el pan, pronunciar la bendición, partir el pan y darlo. El pan que Jesús toma, parte y reparte va a cambiar de realidad y significado. Deja de ser un alimento material para convertirse en la realidad personal de Jesús, transformada en alimento espiritual. En la hora final, Jesús quiere entregarse hasta las últimas consecuencias, de un modo pleno, en el gesto mismo que está realizando, ofreciendo su entera realidad personal como verdadera comida para los suyos.

"Tomad, esto es mi cuerpo". El pan, ha dejado de ser tal para transformarse en el cuerpo de Jesús. En el termino cuerpo no se contempla tan sólo el componente material y físico, sino toda su realidad personal y espiritual. Como buen judío, Jesús sabe muy bien que el hombre es su cuerpo, ya que expresa a través de él sus pensamientos, sentimientos y emociones. Y eso es lo intimo que Jesús esta significando ante los suyos. Más no puede darnos, porque está entregando todo su ser, su interioridad y exterioridad específicas. "Ese pan soy yo mismo, es mi propia persona", nos asegura Jesús, que se convierte así en "verdadero pan vivo bajado del cielo".

Inmediatamente después, Jesús realiza, con la misma solemnidad, otra serie de gestos sobre la copa: la toma, pronuncia la acción de gracias y da la copa, de la que todos beben. La grandeza de lo que está realizando Jesús culmina en las palabras que siguen: "Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos". Jesús conoce perfectamente que está viviendo los últimos momentos de su vida terrena. Que su muerte violenta se encuentra ya muy próxima. Y quiere conferir todo su sentido a esa muerte, consecuencia última de su existencia expropiada.

La expresión semita "sangre derramada" hace clara referencia a esa muerte por los demás. Se trata de una sangre preciosa, donde las haya, ya que funda la Nueva Alianza entre Dios y la humanidad. Con la expresión "sangre de la alianza" Jesús hace referencia a Ex 24,8, cuando se estableció la primera alianza entre Dios y su pueblo. Ahora con la muerte de Jesús queda consumada una Alianza renovada, anunciada por los profetas, que Dios ofrece de modo definitivo a Israel y a los hombres, en su totalidad. Por eso la sangre de Jesús es "derramada" por todos. La fuerza vivificante de esa sangre está destinada a dar vida a los que estábamos abocados a la muerte.

Las palabras finales, que cierran este memorable acontecimiento, proclaman la esperanza indestructible en la resurrección. Jesús tiene conciencia cierta que después de pasar por la muerte se unirá con su Padre para siempre en el gozo del Reino final. Jesús habla aquí del Reino de Dios en su forma definitiva. Las palabras de Jesús rezuman así un jubilo contenido ante los bienes futuros, solamente empañado por la proximidad de su muerte violenta.

La fiesta del Corpus Christi nos llama a adoptar una actitud vital y unos sentimientos como los de Cristo en su incondicional entrega a los hombres; ésta es la nueva alianza, un compromiso de amor a los demás hasta la muerte. Quien no entiende así la eucaristía, se ha quedado en un puro rito que para nada sirve.