Reflexiones Bíblicas Dominicales

Domingo V de Cuaresma, Ciclo A 

Introducción a las lecturas

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Ez 37,12-14   Rom 8,8-11 Jn 11,1-45

EZEQUIEL. El profeta Ezequiel pone en labios de Dios este anuncio esperanzador: "yo abriré vuestros sepulcros y os haré salir de ellos", y lo repite dos veces. La imagen es afortunada, sobre todo si se tiene en cuenta que el profeta tenía como oyentes inmediatos a los deportados de Babilonia. La vida que éstos llevaban, lejos de su tierra, estaba más cerca de la muerte que de la vida; de ahí lo de "los sepulcros"... Pero estas palabras se dirigen hoy también a nosotros que a veces llevamos una vida tan arrastrada y decadente, que damos la impresión de estar más cerca de los muertos que de los vivos.

A nadie le resultará difícil el hacer la lista de "los sepulcros" en los que hoy nos hemos ido sepultando. El sepulcro de la rutina. El sepulcro del desengaño. El sepulcro de la miseria, fruto de la injusticia y de nuestra insolidaridad... El sepulcro del "no-amor" por aquello de que "el que no ama está muerto"...

JUAN. Resultan especialmente significativos los tres poderosos imperativos con los que Jesús habla en el evangelio de hoy:

"Quitad la losa", es decir, removed esas cargas pesadas que hunden y aplastan a algunos hasta terminar cerrándoles el paso y bloqueando sus vidas...

"Ven afuera", es decir, levántate de tu postración, sal a otros espacios en los que se pueda respirar, deja la muerte y el pecado y vuelve a vivir...

"Desatadlo y dejadlo andar", es decir, desembarázate de tantas ataduras, recupera tu libertad y estrena una situación nueva...

Son palabras que hoy, en el tramo final del itinerario cuaresmal, el Señor dirige a cada uno de nosotros para sacarnos de nuestros sepulcros.

Pero Jesús no sólo resucitó a Lázaro. También devolvió la vida a Marta, que, hundida en sus dudas, se estaba muriendo de pena. Y otro tanto hizo con los discípulos que le seguían acobardados y no se atrevían a subir con Él a Jerusalén... En una y en otros puso Jesús su Espíritu, del que afirmamos en el Credo que es "Señor y dador de vida", el que "vivifica nuestros cuerpos mortales", en expresión de Pablo, para hacer pasar por los huesos secos su soplo vital.

Hoy la Palabra de Dios viene a decirnos que nada ni nadie está perdido definitivamente para el Señor, que es capaz de poner vida incluso en la muerte. Con el salmo hemos recordado que "del Señor vienen el perdón y la misericordia". Por muy negra que sea nuestra realidad en este momento, por muy lamentable que sea la situación a la que hemos llegado..., tenemos razones para apuntarnos a la esperanza. Todos podemos renacer y brotar de nuevo.

Cada año la llegada de la primavera hace posible ante nuestros ojos este milagro: a pesar de las pérdidas que el invierno lleva siempre consigo, la vida brota de nuevo pujante y vigorosa, y renueva del todo la cara y el corazón de nuestra tierra. El poeta Antonio Machado lo captó y lo expresó así: "al olmo viejo, hendido por el rayo / y en su mitad podrido / con las lluvias de abril y el sol de mayo / algunas hojas verdes le han salido"...

A las puertas ya de la Pascua, nosotros hoy decimos con el poeta: "Mi corazón espera también, / hacia la luz y hacia la vida, / otro milagro de la primavera".