Reflexiones Bíblicas Dominicales

Navidad, Ciclo A

Introducción a las lecturas

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Isaías 52,7-10: Hebreos 1,1–6: Juan 1,1-18: 

ISAÍAS. El profeta del s VIII nos anunciaba con gran gozo un príncipe de la paz, a través del cual Dios daría a su pueblo una paz sin límites desde ahora y por siempre. Aunque el reinado de Ezequías fue positivo para Judá y supuso una importante recuperación de libertad y justicia, los caminos de la historia se fueron torciendo para los judíos y terminaron frustrando aquellos bellos anuncios que aseguraban la estabilidad de la dinastía davídica y sus augurios de justicia y derecho hasta la eternidad.

Las palabras que ahora escuchamos fueron proclamadas por un profeta que participó del destierro. Como sus paisanos, tuvo que vivir la terrible experiencia de ser arrancado de su tierra por la fuerza. Los que se mantenían fieles a su Dios, seguían alentando una esperanza, que cada vez era más débil.

En medio de esa creciente desesperanza, Isaías levanta fuerte su voz, que de monte en monte va saltando hasta alcanzar la devastada ciudad de Jerusalén. Un coro de vigías proclaman desde todos los altozanos que Dios se dispone a actuar en favor de su pueblo; que trae la tan esperada paz; que con el grupo de exiliados retorna a Sión; que habitará de nuevo en su casa (el templo).

En el tiempo definitivo _como proclaman Hebreos y Juan_ lo hace a través de sí mismo, de su Palabra, de su Hijo. Esa es la gran alegría que la Iglesia celebra en este día: con el nacimiento de Jesús ha comenzado el cumplimiento de esta palabra salvadora de Dios, que culmina en la Pascua. Todos nosotros somos ahora los vigías que anuncian la paz y la esperanza a los abatidos y derrotados, porque, como el profeta, hemos visto levantarse al Señor para salvar a su pueblo. 

EVANGELIO. El prólogo del cuarto evangelio describe las tres venidas sucesivas de la Palabra al mundo, para revelar a los hombres quién y cómo es Dios. 

La primera venida, en la Creación."Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se ha hecho nada de lo que se ha hecho... La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino y en el mundo estaba: el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció." En el mundo creado hay, pues, una presencia divina, una resonancia de la Palabra, una revelación de Dios.

La segunda venida, en la Palabra: "Vino a su casa, es decir, a los suyos, a la tierra de Palestina, al pueblo de Israel, a los judíos elegidos, al pueblo de Dios por excelencia, a su propiedad, y los suyos no la recibieron". Esta segunda revelación se halla en los hechos históricos que forman la trama de ese pueblo. En la Ley, condensada en el decálogo . En los profetas...

La tercera venida, en la Encarnación: "Y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros". Jesús de Nazaret es el profeta por excelencia, la Palabra hecha carne. Palabra que está en el origen de nuestra fe, pues la fe entra por el oído.