Reflexiones Bíblicas Dominicales

Domingo II de Pascua, Ciclo A

Introducción a las lecturas

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Hch.2,42-47: IPtr.1,3-9: Jn.20,19-31: 

HECHOS. Los cinco primeros capítulos del libro de los Hechos se centran en la vida de la comunidad de Jerusalén. Una comunidad que, por ser la primera, se convierte en el paradigma de todas las demás y del conjunto de toda la Iglesia. En este amplio relato, el autor incide en los aspectos fundamentales de la primera Iglesia.

La vida de la comunidad crece y se consolida, necesariamente, por medio de la constancia. Su seguimiento de Jesús es firme, consecuente y duradero.

Eran constantes en "escuchar la enseñanza de los apóstoles". El conocimiento de Dios, de su voluntad, de sus planes de salvación... es lo fundamental para el creyente. Y del mismo modo como Jesús instruía a sus discípulos, los apóstoles ahora son los educadores de sus hermanos. La vida de la comunidad sería baldía sin esta instrucción. 

La vida eclesial se manifiesta en la vida en común, que se sostiene sobre el cimiento de la unidad y la solidaridad. Así, los que tienen más socorren a los que tienen menos, de modo que nadie se vea privado de lo necesario.

Fruto y manantial de la comunión es una vida intensamente unida al resucitado, que se hace realidad en la "fracción del pan", es decir, en el encuentro con Él a través del pan y el vino. Los nuevos creyentes que se han ido incorporando a la comunidad se encuentran con el Señor a través de la celebración eucarística.

Todo esto que se describe en nuestro texto era vivido por aquellos primeros cristianos "con alegría y de todo corazón". Y su propio testimonio de vida hacía que la comunidad fuera creciendo, dado el prestigio que adquiría ante cuantos la contemplaban.

EVANGELIO. El miedo es una constante de la vida humana: los individuos, los grupos, temen ante el peligro, y más si puede acarrearles la muerte. Ahora Jesús ha muerto y en los suyos se enciende la alarma: tienen miedo. Algunos, para ponerse a salvo, huyeron a Galilea; otros se refugiaron en casa, pero echando todos los cerrojos a las puertas (20,19).

"Paz a vosotros". Este repetido saludo con la paz no es convencional, sino el cumplimiento de una promesa hecha en la cena de despedida. El miedo se evapora con el saludo de la paz pascual; las dudas sobre el resucitado se desvanecen con la identificación corporal.

Tomás era del grupo de los doce, y aquel día no estaba con ellos. Jesús se somete a lo exigido por Tomás. Entonces Jesús dice "dichosos los que sin ver crean". Esas palabras son para quienes creemos por el testimonio de los apóstoles que ha ido pasando de comunidad en comunidad.

Somos comunidad cristiana; nos une y reúne la fe en Jesús resucitado. Por eso los signos de paz, alegría y perdón tienen que marcar nuestras celebraciones y nuestras actividades. La eucaristía de hoy nos invita a salir al encuentro de los hombres, sin miedo, solidarios con los que buscan la paz, la concordia, el pan bien repartido y, en definitiva, el Reino de Dios y su justicia, que lo demás, nos dice Jesús "vendrá por añadidura" .