Reflexiones Bíblicas Dominicales

Domingo IV de Pascua, Ciclo A

Introducción a las lecturas

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Hch.2,14.36-41    IPtr.2,20-25    Jn.10,1-10

HECHOS. El pasaje de hoy es la finalización del que se leyó el domingo anterior. En el pasaje de hoy se continúa con la exaltación de Jesús: "al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías".
Algunas desviaciones cristológicas de los primeros siglos dieron origen a la creencia de que el mesianismo de Jesús quedó constituido tras la resurrección. Lo cierto es que la gran tradición de la Iglesia siempre reconoció este mesianismo en la propia realidad de su persona: Jesús es el Mesías desde su origen, desde la encarnación. Este anuncio de Pedro no va más allá de expresar que la resurrección supuso la manifestación definitiva del mesianismo de Jesús: porque era el Mesías, Dios lo resucitó y lo constituyó Señor. Resurrección y exaltación son dos caras de una misma moneda.
El discurso termina con una conclusión lógica: si el pueblo de Israel fue responsable de esta muerte ("vosotros [lo] crucificasteis"), debe ahora arrepentirse de ello y convertirse al que Dios ha proclamado Señor y Mesías. No hay anuncio que no busque la conversión del oyente. De ahí que el texto prosiga inmediatamente con este hecho: "Estas palabras les traspasaron el corazón y preguntaron...: ¿Qué hemos de hacer hermanos?" A lo que Pedro responde: "Convertíos y bautizaos".
El discurso termina con una exhortación a vivir de un modo distinto, es decir, no como vive la gente que no reconoce a Jesús como su Señor. No hemos de ver aquí una condena a cuantos no están bautizados, sino la exigencia del cristiano de vivir en coherencia con el Espíritu que ha recibido, que lo configura a Jesús y, por medio de Él, al Padre.

EVANGELIO.  La palabra "pastor", en sentido literal, significa el oficio de guardar, guiar y apacentar el ganado, casi siempre de ovejas. Pero en el mundo griego, en la cultura oriental, y aun en nuestros días, se usa como metáfora para designar a los responsables de la comunidad, sea civil o religiosa.
Jesús entra en el aprisco por la puerta; el guarda le abre, llama a las ovejas por su nombre, ellas reconocen su voz y las saca fuera; al llevarlas a los pastizales, camina delante y ellas le siguen, pisando sus huellas; si a alguna la ve descarriada, se le conmueven las entrañas, y corre hasta dar con ella, porque Él ha venido a buscar lo que estaba perdido (los pecadores, Zaqueo, el hijo pródigo); venda a las heridas y fortalece a las flacas, sin descuidar a las gordas y robustas (Ez 34,16); si ve venir al lobo, que las ataca y dispersa no abandona al rebaño huyendo, sino que afronta el peligro; en una palabra, les da la vida, pues para eso ha venido, y vida abundante, no sólo plena sino eterna; y suspira por un solo rebaño, con los procedentes del judaísmo y la gentilidad.
Cuando Salomón fue elegido rey para suceder a su padre David, el Señor se le apareció en sueños y le dijo: "Pídeme lo que quieras". Y Salomón respondió con esta oración: "Dame, Señor, un corazón que escuche". Un teólogo de nuestro tiempo ha escrito: "Una teología que fuera sorda al medio ambiente en que tiene que vivir se convertiría muy pronto también en muda para dicho medio".