Reflexiones Bíblicas Dominicales

Domingo VI de Pascua, Ciclo A

Introducción a las lecturas

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Hechos 8, 5-8: 1Pedro 3, 15-18: Juan 14, 15-21:

HECHOS. Uno de los que abandonan Jerusalén, por las persecuciones, es Felipe, no el apóstol del mismo nombre, sino uno de los Siete, que huye hacia Samaría.

Circunstancias más favorables que en Jerusalén habían permitido a Felipe exponer con más libertad el mensaje cristiano. La predicación de Felipe estaba acompañada de signos. Jesús anunciaba el reino de Dios y lo hacía realidad mediante signos; sus mensajeros, también. El mismo Dios que acreditaba las palabras del Mesías confirmaba igualmente las de sus enviados. 

La "alegría" de la ciudad pone de manifiesto la buena acogida que tuvo allí la actividad de Felipe. Como ocurrió con Jesús, sus emisarios no son bien recibidos entre los suyos; en cambio, el mensaje del que son portadores es aceptado con alegría por los extraños.

Las noticias del éxito de la predicación de Felipe llegan pronto hasta Jerusalén. Lo que encuentran los apóstoles es perfectamente acorde con su fe en Jesús; por eso actúan favoreciendo el desarrollo y plenitud de la comunidad que acaba de nacer: "oraron por los fieles, para que recibieran el Espíritu Santo". Se nos dice que aquellos cristianos sólo estaban bautizados "en el nombre del Señor Jesús" y no habían recibido el Espíritu. Nuevamente nos encontramos con la autoridad de los apóstoles para sellar y desarrollar algo que, habiéndose iniciado, requiere llegar a su plenitud.



EVANGELIO. En la última cena Jesús habla con claridad a los suyos de su próxima partida. Y ese anuncio llena de tristeza a los apóstoles. Jesús no dejará solos y desamparados a los suyos; aunque vaya al Padre, permanecerá con ellos. Por eso les promete otras formas de presencia. Que serán reales pero misteriosas y, por tanto, sólo perceptibles desde la fe.

La primera será la presencia del Espíritu: "Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros".

La segunda será la propia presencia de Cristo: "No os dejaré desamparados, volveré". El espacio de la desaparición por la muerte será muy breve y, cuando al tercer día resucite, se dejará ver de los suyos; serán las apariciones de Jesús.

El amor, si es amor de amistad, exige reciprocidad. Jesús, amó a los suyos hasta el extremo y, en prueba de su gran amor, dio la vida por los amigos. Es lógico que nos pida correspondencia de calidad, y que ésta se cifre en hacer su voluntad y guardar sus mandamientos.