Reflexiones Bíblicas Dominicales

Domingo de Resurrección, Ciclo B

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Hechos 10, 34, 37-43: Colosenses 3, 1-4: Juan 20, 1-9

HECHOS. El libro de los Hechos recoge los comienzos del anuncio misionero y los primeros pasos de la comunidad cristiana: su estilo de vida -en ocasiones de modo más ideal que real-, su expansión y organización, sus persecuciones, etc.

Comienza el pasaje con una información-explicación histórica de los hechos. Y el centro de este anuncio no es una doctrina teológica ni moral, sino una persona: Jesús, el Mesías de Dios. Cuanto de Él se dice está avalado por el testimonio de la experiencia personal. El anuncio de los primeros cristianos, así como el nuestro, no nace de una reflexión teórica, filosófica y teológicamente bien construida, sino de una experiencia de seguimiento de una persona concreta y del testimonio de cuanto hizo y dijo.

En sentido propio, testigos de la muerte del Nazareno lo fueron cuantos allí había, seguidores y adversarios; pero testigos de su resurrección sólo lo fueron quienes Él había designado, ni siquiera todos sus discípulos. Y en la fuerza y veracidad de su testimonio se basa la fe de cuantos hoy nos confesamos cristianos. Y así ha sido a lo largo de la historia.

El texto termina vinculando el conocimiento y encuentro con el Resucitado con la misión de la Iglesia. Ella está al servicio del testimonio y del anuncio. De un anuncio que no sólo proclama algo sucedido, sino que además lo actualiza y lo hace realidad en cada una de las personas que acogen su mensaje


EVANGELIO. Pedro y el discípulo amado se convierten en los testigos de la tumba vacía. Pero hay algo más profundo en la intencionalidad de la narración que conviene descubrir: la fe pascual puede prescindir de las apariciones del Resucitado. Es más, la creencia en la resurrección será tanto más meritoria cuanto más se oriente a "creer sin ver". Esta actitud constituye una marca indeleble del verdadero discipulado, que vive de la fe y se apoya en el Resucitado para realizar su proyecto existencial. 

Hoy se nos invita a aceptar la buena noticia de que el Crucificado vive. Está en medio de la comunidad de los que anuncian su mensaje, celebran los sacramentos y testimonian su amor. 

Constituye una de las primeras tareas del verdadero discípulo: descubrir en profundidad a ese Jesús que vive en el mismo corazón del mundo y que se muestra en múltiples presencias, todas ellas liberadoras. Necesitamos los ojos creyentes del discípulo amado para ser testigos del resucitado en las distintas áreas de la sociedad y transparentar con la fuerza del testimonio su rostro luminoso y amable entre los hombres.