Reflexiones Bíblicas Dominicales

Jueves Santo, Ciclo A

Introducción a las lecturas

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Ex 12,1-8.11-14 1Cor 11,23-26 Jn 13,1-15

Esta tarde de Jueves Santo, la Iglesia hace memoria de la última cena: "Haced esto en memoria mía". La Eucaristía es regla del cristiano y de la comunidad cristiana. No tendría sentido recordar a Jesús en el rito sin hacer de nuestra vida una memoria viva de su amor por todos nosotros. Lo que Jesucristo ha unido que no lo separe el hombre: el "sacramento del altar" y el "sacramento del hermano". Jesús cambia los sacrificios de cosas y animales por la entrega de la propia persona. Hace de la vida cristiana "eucaristía", liturgia existencial, amándonos unos a otros como Él nos ha amado. "Haced vosotros lo mismo". 

Jesús es consciente de la proximidad de su muerte y hace de ésta expresión de un amor extremo, hasta el final. Sabe que va a ser traicionado y abandonado por todos, condenado y matado injustamente. Estos acontecimientos, Él los anticipó en la última cena y los transforma en don de amor, en ofrecimiento de alianza. Al comulgar participamos de este dinamismo de amor victorioso de Jesús que nos ayuda a superar todos los obstáculos que nos impiden amar; su Muerte hace que éstos dejen de ser tales, para ser nuevas oportunidades, para profundizar y progresar en el amor.

El contexto de la Cena es el de una comida de hermandad humana donde se dan relaciones recíprocas amistosas y fraternas. Jesús se ofrece a sí mismo como alimento propio: "Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él". No es posible realizar una alianza más estrecha. Es el aspecto de comunión más profunda entre Jesús y los suyos.

Jesús pronuncia dos veces la acción de gracias; primero sobre el pan y después sobre el vino. Jesús en su vida, expresaba en diversas ocasiones en las que aparece su condición filial, su amor agradecido al Padre. Hay dos de ellas que son especialmente significativas: se trata de dos situaciones en las que nosotros no pensaríamos dar gracias a Dios: una en situación de carestía en que falta comida para alimentar a la muchedumbre antes de la multiplicación de los panes, y la otra en situación de duelo en la muerte de Lázaro: "Padre te doy gracias porque me has escuchado". Son dos oraciones completamente inesperadas en esos momentos.

Así expresa A. Vanhoye el mundo interior de Jesús en la acción de gracias de la última Cena: "Padre, te doy gracias por este pan que me das. Tu eres el creador de toda cosa y el manantial de toda vida. Tu nutres generosamente a todas tus criaturas. Te doy gracias por este vino, símbolo de tu amor, con el cual alegras el corazón de los hombres. Te doy gracias porque, por medio de este pan y de este vino puedo continuar el movimiento de tu generosidad, distribuyéndolos a mis hermanos".

La fraternidad humana tiene especial relación con la paternidad de Dios, fuente de vida y de comunión fraterna. Jesús ve en el pan y el vino el don de sí mismo para comunicar a los hombres la vida divina. Un primer aspecto de la Eucaristía es que ésta es un don del Padre: "No es Moisés, sino mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo".

Van hoy e sigue expresando los sentimientos de Jesús: "Te doy gracias, Padre, porque por medio de este pan que tengo en mis manos, yo mismo me convertiré en pan para la vida del mundo. Te doy gracias por haberme dado un cuerpo, que puedo transformar en comida espiritual, por haberme dado la sangre, que puedo derramar y transformar en bebida espiritual, por haberme dado un corazón lleno de amor, para efectuar esta ofrenda, que deseo ardientemente hacer. Te doy gracias porque así puedo establecer alianza nueva entre ti y todos mis hermanos y hermanas". El Padre a través de la Eucaristía quiere comunicar a sus hijos el dinamismo potente de su amor.

"Aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un mismo pan". San Pablo destaca la exigencia de unidad que brota de la Eucaristía. Los que comulgan se hacen un cuerpo con Cristo y entre sí. La consecuencia es la de compartir generosamente los bienes espirituales y materiales en un verdadero amor fraterno. Las diferencias que humillan a unos hermanos frente a los demás contradicen el amor a Cristo y la unidad entre los miembros de la comunidad. La Eucaristía presupone la unidad, pero también la lleva a cabo cuando ésta no se da porque interpela a quienes la celebran y une con Cristo hermano universal y Señor de todos.

José Luis Ruiz Capillas