Reflexiones Bíblicas Dominicales

La Sagrada Familia, Ciclo A

Introducción a las lecturas

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Eclesiástico 3,2-6.12-15 Colosenses 3,12-21 Mt 2,13-15.19-23

ECLESIÁSTICO.
El autor del texto es un sabio israelita que elabora su obra a principios del siglo II (a.C.), en unas circunstancias en que su pueblo y sus tradiciones sufren una fuerte presión por las modas y costumbres extranjeras.

Distinguiremos entre la revelación divina que se contiene en la Biblia como Palabra de Dios y la cultura hebrea, en la que se encarna esta Palabra, para hacerse, también, humana. Sin esta "encarnación" sería imposible su comprensión y su transmisión. Los modelos de familias que hay en la Biblia son producto tanto de la cultura en que surgen como de la orientación religiosa que las inspira. El contexto cultural en que vivimos las familias creyentes de hoy ha cambiado mucho con respecto al de los tiempos bíblicos. Reproducir, o empeñarse en revivir modelos antiguos, no se desprende de la fidelidad a la revelación, sino de un afán arcaizante.

Aunque veintidós siglos nos separan de este pasaje, parece que el autor estuviera viviendo entre nosotros. Él se encuentra ante unos hijos que, influidos por las nuevas modas sociales, sólo se fijan en la fuerza y la productividad de la juventud. En consecuencia, los mayores son orillados; sirven de poco o son una rémora para los nuevos tiempos. El tradicional respeto a los ancianos en Israel es relacionado por el autor con los planes divinos, que siempre se han caracterizado por la preocupación por el más débil. De este modo, honrar a los padres se concreta en respetar su autoridad, en atenderles en su enfermedad o en su vejez, en especial cuando su mente ya flaquea y están, por ello, más desvalidos. Obrar así es hacerlo como Dios quiere; lo contrario sería ofender no sólo a los padres, sino también a Dios.

EVANGELIO.
El pasaje completo de Mt 2,13-23 incluye tres cuadros, cada uno de los cuales termina con una cita bíblica. El primero contiene la huida de la Sagrada Familia a Egipto, y acaba con una cita de Oseas; el segundo cuenta la matanza de los niños de Belén y alrededores, y concluye con una cita de Jeremías; el tercero relata el regreso de la familia a Galilea con su instalación en Nazaret, y se cierra con una cita genérica de "los profetas". El evangelio de la liturgia de este domingo ha suprimido el segundo episodio, quizá reservándolo para el día 28, día de los Inocentes.

José recibe un aviso providencial por medio de un sueño, como otras veces. María y José no piden a Dios ninguna señal, no reclaman ningún milagro, no buscan que se les ahorren a ellos las inquietudes, los sufrimientos, las contrariedades, que flagelan a otras familias. Cuando tantos seres humanos, también en nuestros días, se ven desplazados, desterrados, rechazados, ya no estarán solos en su dolor, pues Jesús, María y José vivirán en comunión con ellos.

La cita de Oseas:
"Llamé a mi hijo para que saliera de Egipto", se refiere a Israel. Por eso, más que pensar en la semejanza de Jesús con Moisés, hay que compararle con el pueblo de la antigua alianza. Jesús es el verdadero Israel, siempre en éxodo, perseguido, desterrado y sometido a prueba. Eso es la Iglesia y la familia, siempre en camino hacia la tierra prometida, entre los consuelos de Dios y las persecuciones del mundo.