Reflexiones Bíblicas Dominicales

Domingo II del Tiempo Ordinario, Ciclo A 

Introducción a las lecturas

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Is 49,3.5-6   1Cor 1,1-3 Jn 1,29-34 

ISAÍAS. Podemos resaltar lo siguiente del anuncio de Isaías:

1. Elección del siervo. Isaías revela a su pueblo la elección divina de un personaje al que se le encomienda una misión. Libre de todo mérito previo, la elección de Dios recae en él por pura voluntad gratuita. El profeta, conocedor de este singular proceder de Dios, proclama que el siervo elegido lo es incluso antes de haber nacido. Ya en el seno de su madre lo fue formando y preparando para la misión que iba a desempeñar.

2. La misión. Este elegido congregará al pueblo de Dios, será su referencia, su salvación. Su cometido es un encargo de reconciliación. Los pecados del pueblo lo habían distanciado de Dios. Este siervo recompondrá las relaciones rotas por el pecado y establecerá la armonía entre el pueblo y su Señor.

3. Misión universal. Pero el profeta percibe de Dios que la misión de este siervo no iba a quedar reducida al pueblo elegido. Este siervo estaba destinado, desde su nacimiento, a ser "luz de las naciones". La acción salvadora de Dios no tiene límites y alcanza a la humanidad entera.

Y esta "luz de las naciones" en que se convierte el siervo divino no tiene la función de deslumbrar a los pueblos, de mostrar la grandeza del elegido, sino de que la salvación de Dios "alcance hasta el confín de la tierra".

El pasaje y la misión del siervo nos recuerdan también la razón de ser de la Iglesia, que, por el envío de Jesús, se convierte en heredera de este proyecto salvífico del Padre.

JUAN. El testimonio del Bautista acerca de Jesús es claro reconocimiento de la superioridad del Mesías. Además, Juan llama a la conversión de los pecados, mientras Jesús es "el cordero de Dios que quita el pecado del mundo".

Tres interpretaciones son posibles.

El cordero más conocido en la historia de Israel era el que se inmolaba todos los días en el templo, con sentido de adoración más que de expiación. ¿Era Jesús quien, como cordero de Dios, llevaba a su cumplimiento y plenitud esas ofrendas?

Más acertada parece la relación con el "cordero pascual". Se ve a Cristo como verdadero cordero pascual, en oposición a los que, en la fiesta de Pascua, se inmolaban en el templo y se comían en casa.

Por último, podría relacionarse con los impresionantes poemas del Siervo de Yahvé: Is 52,13_53,12. El paralelismo de las ideas de ambos textos bíblicos es sorprendente: el dolor, el pecado, la pasión, la expiación libremente aceptada. El Siervo de Yahvé, como un cordero llevado al matadero, carga con nuestros dolores y enfermedades. Puede discutirse si el Precursor vio esta tipología, pero el evangelista, la comunidad cristiana y los Santos Padres, sí la vieron.