Reflexiones Bíblicas Dominicales

Domingo II del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Introducción a las lecturas

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

1Samuel 3,3-5.9-10.19: 1Corintios 6,13-15.17-20: Juan 1,35-42:

SAMUEL. Samuel no conoce aún a Yahvé pero sabe de la constancia en la obediencia, sabe acudir al llamado, una vez más, aun cuando en las primeras ocasiones perecía haberse despertado en vano. Elí, comprendió que era Yahvé quien llamaba al niño y le enseñó entonces a crear la actitud de la escucha: "Habla señor, que tu siervo escucha".

Este texto sobre Samuel niño se ha aplicado muchas veces al tema de la "vocación", palabra que, obviamente, significa "llamado". Toda persona, en el proceso de su maduración, llega un día a percibir la seducción de unos valores que le llaman, que con una voz imprecisa al principio, le invitan a salir de sí y a consagrar su vida a una gran Causa. Esas voces vagas o difícilmente reconocibles, con frecuencia provienen de la fuente honda que será capaz más tarde de centrar toda nuestra vida. No hay mayor don en la vida que haber encontrado la vocación, que es tanto como haberse encontrado a sí mismo, haber encontrado la razón de la propia vida, el amor de la vida. No hay mayor infortunio que no encontrar la razón de la vida, no encontrar una Causa por la que vivir (que siempre es, a la vez, una causa por la que morir).

EVANGELIO. Dos discípulos de Juan el Bautista escuchan a su maestro expresarse sobre Jesús como el "cordero de Dios", y sin preguntas o vacilaciones, siguen a Jesús, es decir, se disponen a ser sus discípulos, lo que conllevará un cambio importante para sus vidas. Estos buscadores desean entrar en la vida del Maestro, estar con él, formar parte de él. Y Jesús no se protege guardando las distancias, sino que los acoge y les invita a su morada. Jesús no es un profesor que da una lección, sino un testigo que ofrece su propio testimonio personal.

Seguir a Jesús, caminar con él, no puede hacerse sino por haber tenido una experiencia de encuentro con él. Las teorías habladas –ni siquiera las teologías- no sirven. Nuestro corazón –y el de los demás- sólo se conmueve por las teorías vividas, por la vivencia y el testimonio personal.

Si observamos bien, tanto Juan el Bautista, como los primeros discípulos, empiezan proclamando a Jesús a sus propios parientes y compañeros más cercanos. Este hecho nos invita a nosotros, cristianos de hoy, a compartir a Jesús con nuestras familias, amigos, compañeros más cercanos, pues la caridad, el amor, empieza en los más cercanos, en casa.