Reflexiones Bíblicas Dominicales

Domingo VIII del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Introducción a las lecturas

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Oseas 2,14-20: 2Corintios 3,1-6: Marcos 2,18-22: 

OSEAS. El profeta Oseas ejerce su ministerio en el reino del Norte en tiempos del rey Jeroboán II (782-753 a.C.). Pronuncia unas terribles y acusadoras palabras contra este reino. Le echa en cara haber abandonado a su Dios yéndose tras otros dioses.

El Señor de Israel rechaza a su pueblo, como si se tratase de una esposa infiel que se hubiera ido con otros hombres. Oseas les culpa de creer que son otros dioses la fuente de su paz y su bienestar, de su prosperidad y su progreso. Estos dioses, los cananeos, los tradicionales del lugar donde habitan, bendicen a los habitantes del territorio conforme a los sacrificios y ofrendas que les presentan.

Pero Dios ama profundamente a su traidora esposa. Y su pecado no ha hecho desaparecer su amor. Por eso está decidido absolutamente a luchar por ella, por su matrimonio, por su familia...

La llevará al desierto, al lugar en donde la conoció, donde la cortejó, donde se enamoraron y se juraron amor y fidelidad eternos. Espera que esta esposa, ahora más pendiente de sus amantes que de su marido, recuerde aquellos tiempos y redescubra en lo hondo de su corazón el amor tan grande que le llevó a unirse a su verdadero esposo; y valore todo cuanto éste hizo por ella. El Señor espera reconquistar de nuevo su corazón, y cuando así sea, renovará con ella sus nupcias; eso sí, "en derecho y justicia, en misericordia y compasión... en fidelidad". Y entonces el pueblo se sentirá de nuevo penetrado e impregnado de la presencia y la fuerza de su Dios.

MARCOS. En el siglo primero de nuestra era, como hoy sucede en numerosos países del tercer mundo, eran muchos los que pasaban hambre. Entre ellos también los discípulos de Jesús, como se deduce de algunos indicios que aparecen en los evangelios. No nos tiene que extrañar, por lo tanto, que el Maestro, siempre dispuesto a contemplar el lado humano de las cosas y a dar soluciones prácticas plausibles de acuerdo con la voluntad divina, dispensa a sus discípulos del ayuno, porque era grande la necesidad que pasaban.

Con Jesús llega el reinado de Dios, con rostro humano, que Él proclama por las aldeas y ciudades de su tierra; de Dios que ante todo y por encima de todo es Padre misericordioso y compasivo. Este es el sentido de los dos dichos cargados de sabiduría popular religiosa, contenidos en los versículos finales con que se cierra el evangelio de hoy. 

Los fariseos, cumplidores estrictos de la ley, que se tenían por buenos, le echan en cara, con ánimo de reproche: "los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?".