Reflexiones Bíblicas Dominicales

Domingo XIII del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Introducción a las lecturas

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Sabiduría 1,13-15; 2,23-24 2 Corintios 8,7. 9,13-15 Marcos 5,21-43

SABIDURÍA. La 1ª lectura de hoy nos ofrece una imagen luminosa y positiva de la realidad en la que nos movemos y existimos. El Gn 1,31 ya habla del "Dios de la vida", del que crea simplemente porque comunica su vida, de que cuanto había hecho, estaba muy bien. Pero es sobre todo en la oración de Israel donde la Escritura despliega un cuadro magnífico de todo cuanto existe. "¡Dios mío, qué grande eres! Te vistes de belleza y majestad... extiendes los cielos como una tienda... Asentaste la tierra sobre sus cimientos, y no vacilará jamás.. Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con maestría, la tierra está llena de tus criaturas... Cantaré al Señor mientras viva...y yo me alegraré con el Señor" (Sal 103). No solo la naturaleza; el ser humano, de una manera muy especial, es contemplado entre las obras de Dios ocupando un puesto destacado. ¿Qué es el hombre, para que cuides de él, el ser humano, para darle poder? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad... todo lo sometiste bajo sus pies. ¡Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu nombre sobre toda la tierra!

MARCOS. El proyecto de Dios es la vida plena de todos sus hijos que se hace "eterna" al desembocar, naturalmente, en el seno de Dios que es su fuente. Pero esa vida está amenazada, corre peligro y se malogra a veces. Esta es la situación que encuentra Jesús.

Jesús es la presencia actuante de Dios creador a favor de sus hijos. Las obras que hace son obras del Padre que procuran la integridad de la persona. Y Jesús no ha venido para condenar sino para sanar, para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. Esa es la voluntad del Padre y ese es el "alimento" de Jesús.

Jesús no realiza sus prodigios para aumentar su prestigio como taumaturgo y de este modo aparecer entre las gentes como una persona con dotes extraordinarias, digna de ser admirada por todos y de recibir los aplausos de la multitud. Los milagros de Jesús siempre tienen como finalidad el abrir a los hombres a la misericordia divina, hacerles conscientes que, a través de Él, su intermediario en este mundo necesitado, se está revelando la gloria del Padre, que quiere siempre que los hombres tengan vida en plenitud.

Cada uno de los creyentes no puede contentarse con esperarlo todo de Jesús mediante la confianza total en su persona y la aceptación de sus beneficios; tiene que aprender de Él también, para convertirse en transparencia de Dios en beneficio de los demás, sobre todo de los necesitados, y al servicio de los que piden a gritos que se les transmita vida. No olvidemos las palabras solemnes de Jesús, llenas de realismo, para los que confían en Él y están dispuestos a proseguir su causa: Os aseguro que el que cree en mí, hará también las obras que yo hago. Hará aún cosas mayores, porque me voy al Padre (Jn 14,12).