Reflexiones Bíblicas Dominicales

Domingo XIX del Tiempo Ordinario, Ciclo A 

Introducción a las lecturas

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

1Rey.19,9.11-13: Rom.9,1-5: Mt.14,22-33: 

1 REYES. El texto que hoy nos ofrece la liturgia sobre Elías, nos habla de un encuentro del profeta con Dios. Este encuentro se ha convertido, en la tradición cristiana, por la forma en que sucede, en paradigma de una auténtica experiencia de Dios.

El profeta está cansado de llevar a cabo su misión; el pueblo no quiere escuchar sus palabras; a otros mensajeros que, como él, han anunciado al verdadero Dios, los han matado; y ahora la reina busca su muerte. Elías más que nunca necesita encontrarse con Dios; es preciso para seguir adelante que el Señor le devuelva las fuerzas, le dé ánimo, fortalezca su relación. Y esto es lo que va a suceder. 

No siempre es experiencia que deje una fuerte impresión como un terremoto, una tormenta, un huracán... A veces, como el susurro, sólo deja la leve experiencia de que nuestra soledad está habitada; el Señor se descubre huésped de nuestra intimidad; más íntimo para mí que yo mismo (San Agustín).

De su encuentro con Dios el profeta se llena de nuevo vigor; pero éste no es ya la fuerza destructiva y sobrecogedora que podría estar esperando, para hacer frente a sus amenazas de muerte. Es la paz de espíritu que serena el corazón. Así es Dios, y así deben ser sus seguidores.

EVANGELIO. El tema central del relato es el encuentro de Jesús con sus discípulos a la hora del amanecer y un diálogo entre Pedro y Jesús. Toda la narración culmina con el cese de la tempestad y la aclamación de los discípulos que, postrados ante Jesús, le reconocen como Hijo de Dios.

Jesús busca la soledad para el encuentro-oración con el Padre. La fe se fundamenta en la amistad, en el amor experimentado que necesita expresarse, decirse..., pero también escucharse, acogerse. Ese amor incondicional robustece y da consistencia-integridad a todo el ser y su actividad. Lo que nos mantiene vivos es esa profunda alteridad con Dios-amor. El amor nos hace ser lo que somos: humanos.

Y las circunstancias de ese expresarse de Dios y los modos de percibirlo varían. Puede ser de noche, puede ser en el monte Horeb, frente al mar y sus tormentas, bajo el imperceptible susurro de la rutina diaria. Pero siempre requiere un cierto vacío y silencio, circunstancia tan temida en nuestra cultura. Exige una espera y mantiene una esperanza, tiempo de acrecentar el deseo de encuentro.

La seguridad nos viene de la Palabra dada: "Dios es amor"; "ya no os llamo siervos sino amigos"; "no he venido a condenar, sino a salvar".