Reflexiones Bíblicas Dominicales

Domingo XVI del Tiempo Ordinario, Ciclo A 

Introducción a las lecturas

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Sab.12,13.16-19: Rom.8,26-27: Mt.13,24-30.36-43: 

ROMANOS. El texto leído el pasado domingo hablaba de los "gemidos" de la creación; el de hoy lo prolonga al hablar de los "gemidos inefables" del Espíritu en el corazón de los creyentes que oran. La acción del Espíritu está caracterizada aquí por los verbos "venir en ayuda" e "interceder por nosotros".

El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, es decir, de nuestra condición humana dejada a sí misma. El creyente la experimenta incluso en el momento en que espera entrar en relación vital con Dios: la oración. Es precisamente esta debilidad la manera a través de la cual Dios ha escogido muchas veces manifestarse. En la oración nos falta perseverancia, no sabemos pedir, no logramos alcanzar el objeto de la oración, que es el misterio de Dios. Es el Espíritu el que la purifica y transforma para que se corresponda al designio de salvación sobre nosotros mismos y sobre la humanidad.

EVANGELIO. En la Iglesia de hoy, y también en las primeras comunidades, siempre ha sido problemática la coexistencia entre el bien y el mal, el trigo y la cizaña dentro del mismo campo. Una separación drástica era lo esperado en el ambiente judío. Jesús dice que la separación entre buenos y malos no pertenece a la historia presente, sino que hay que remitirla al final de la historia. 

¿Cómo es nuestro Dios? El poder de Dios es servir; su riqueza es la misericordia. El servicio es el gesto constante de Jesús para mostrarnos al Padre, "rico en misericordia" que "cuida de todo". Uno de los servicios que necesitamos los seres débiles, contradictorios y llenos de defectos es el "perdón". El Libro de la Sabiduría nos recordará que nos da a sus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, nos da lugar al arrepentimiento".

Llamamos a esta actitud de Dios "paciencia". Pero tal vez la palabra que le cuadra mejor es "magnanimidad". Grandeza de ánimo, anchura de miras, apertura total sin excepciones. Es la enseñanza de Jesús en el evangelio. Nada de arrancar la cizaña. "Dejadlos crecer juntos hasta la siega". Todo lo contrario de nuestra actitud de separar "los buenos" y "los malos", de arrancar sin contemplaciones, pase lo que pase. No estamos muy de acuerdo con el Señor y le juzgamos y corregimos porque no ve las cosas como nosotros. Y siguiendo nuestro impulso hacemos guerras, eliminamos "herejes", aniquilamos... y todo "en nombre de Dios" o para defender a Dios. 

Quizá la mejor presentación que podemos hacer del Dios de las misericordias es recordar, cada uno de nosotros, nuestra propia historia: nuestros orígenes, los pasos fundamentales de nuestro caminar, las ayudas recibidas, las gracias que nos fueron transformando, las oportunidades tenidas y mejor o peor aprovechadas... Esa mi historia, es la historia de la infinita ternura y misericordia de Dios conmigo. Pues demos a los demás, al menos, las oportunidades que nosotros hemos tenido y escuchemos los gemidos inefables que brotan a diario de millones de seres que esperan su oportunidad para cantar sus propias alabanzas al Padre universal y magnánimo.