Reflexiones Bíblicas Dominicales

Domingo XXXI del Tiempo Ordinario, Ciclo A 

Introducción a las lecturas

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Malaquías 1, 14-2: 1Tesalonicenses 2,7-9, 13: Mateo 23, 1-12:

MALAQUÍAS. La fidelidad es el mayor atributo de Dios: a lo largo de la Historia de la Salvación esa fidelidad se revela como inmutable y resiste la prueba de los siglos. Por el contrario, la fidelidad del hombre es siempre problemática: el pueblo de la Alianza frecuentemente olvida e incumple lo prometido. Y cuando no se es fiel con Dios también se resquebraja la fidelidad entre los hombres. No es, por tanto, extraña la pregunta del sabio que dice "¿Quién hallará un hombre de fiar?" (Prov. 20, 6).

Es doble la infidelidad que denunciaba Malaquías: el profeta levanta su voz contra los sacerdotes de Israel que han hecho de la Ley una interpretación parcial e interesada. Les echa en cara reiteradamente su infidelidad para con Dios: "os apartasteis del camino..., no habéis guardado los caminos del Señor". Y también su infidelidad con los hombres, a los que tratan discriminatoriamente, haciéndose, además, cómplices, con su silencio, de los abusos que los prepotentes cometen contra los pequeños y los humildes.

La denuncia del profeta supera el contexto histórico en el que inicialmente se pronunció y llega hoy hasta nosotros, obligándonos a revisar cómo vivimos nosotros esa doble fidelidad. En principio, a los discípulos de Cristo, en los textos del N.T., se les designaba con el nombre de "los fieles" (Hch 10,45; I Cor 6,15; Ef.1,1). Sin duda esa denominación tuvo su justificación. Otra cosa es si los que hoy nos identificamos como seguidores de Jesús nos seguimos acreditando o no por nuestra fidelidad. Es una pregunta obligada.

EVANGELIO. Hay un refrán lapidario: "Una cosa es predicar y otra dar trigo". Con él se podría resumir la denuncia severa y la descalificación radical que Jesús hace en el evangelio; sobre todo, si se tiene en cuenta que inicialmente va dirigida a los maestros religiosos de Israel y al grupo religioso más prestigioso. A unos y a otros Jesús les echa en cara su incoherencia y su falsedad "porque no hacen lo que dicen". Aunque lo más dramático de su situación es el reconocimiento de que siendo poseedores de la verdad ésta no les valía para nada porque no la ponían en práctica. Por eso Jesús advierte "haced y cumplid lo que os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen". Esta era su verdadera desgracia.

Desde las palabras de Jesús nos hacemos tres preguntas para un chequeo de urgencia:

- ¿Qué es lo que estamos haciendo hoy los creyentes que a no pocas personas les estamos transmitiendo la idea de que la fe es más "una carga pesada" que una experiencia liberadora o una fuerza poderosa para sobrellevar los pesos y pesares de la vida?

-¿Sentimos nostalgia de otros tiempos, no demasiado lejanos, en los que los creyentes gozaban del reconocimiento social y nos dolemos de que hoy se nos nieguen "primeros puestos"?

-¿Nuestra experiencia de la fe nos lleva a sentirnos por encima de los que no la tienen, o, más bien, nos impulsa a ser servidores gozosos y humildes de todas las personas? Las palabras de Jesús desenmascaran una falsa religiosidad que desde siempre nos está amenazando a todos los creyentes y nos invitan a una revisión permanente de nuestra forma de entender y vivir la fe.