Reflexiones Bíblicas Dominicales

Solemnidad de Pentecostés, Ciclo B

Introducción a las lecturas

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

INTRODUCCIÓN A LAS LECTURAS

Hch 2,1-11 1Cor 12,3b-7.12-13 Jn 20,19-23 

HECHOS. El Espíritu es el centro del relato, que proclama su llegada sobre aquellos discípulos que habían mantenido su fe y esperanza en Jesús. Su venida ya había sido anunciada (cf. Lc 24,49) y ahora sucede como se había dicho. Él es el que hace posible el primer "milagro" o "signo" que se opera en la Iglesia: todos se entienden; vengan de donde vengan, todos comprenden lo que los discípulos hablan. Hablan no en su propia lengua, sino en la de Dios, y esa voz es comprendida y acogida por los que la oyen, que, en consecuencia, se convierten a la fe en Jesús. 

Poco importa por lo demás averiguar en qué consistió aquel fenómeno para cuya explicación no contamos con más datos. Lo que sí importa es saber que el movimiento de Jesús nace abierto a todo el mundo y a todos, que Dios ya no quiere la uniformidad, sino la pluralidad; que no quiere la confrontación sino el diálogo; que ha comenzado una nueva era en la que hay que proclamar que todos pueden ser hermanos, no sólo a pesar de, sino gracias a las diferencias; que ya es posible entenderse superando todo tipo de barreras que impiden la comunicación. 

EVANGELIO. Jesús ejecuta un gesto demostrativo, que realiza con eficacia aquello que significa. El aliento es soplo vital, señal de vivacidad. También es expresión del vigor de ánimo, del esfuerzo y del valor. Y eso precisamente va a ser el Espíritu para ellos: el aliento vital, necesitado por su fe, en su andadura por el ancho mundo; el vigor, que les acompañe en el anuncio del evangelio de la paz; el esfuerzo sostenido para cumplir con fidelidad lo mandado; el valor incontenible, que les posibilite reunir a los hombres en una comunidad de vida y amor.

Y todo ese ilusionante cometido lo van a realizar mediante la puesta en práctica del perdón de los pecados. Ese perdón se realiza en aquellos que creen en Jesús mediante la iluminación del Espíritu y se retiene en aquellos que, cerrados a la acción del Espíritu, rechazan culpablemente la reconciliación universal obrada por Jesús.

Este orden de cosas se continúa en todas las comunidades existentes hoy en la Iglesia universal, porque está viva y actuante la acción del Espíritu entregado a los seguidores del Señor.

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