Reflexiones Bíblicas Dominicales

Solemnidad de Santa María, Madre de Dios

Introducción a las lecturas

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Números 6,22-27 Gálatas 4,4-7 Lucas 2,16-21

NÚMEROS. La lectura del libro de los Números nos presenta la paz como la bendición más ansiada de Dios.

El texto que leemos nos ofrece la oración tradicional de bendición sacerdotal: "El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz". Estas palabras no son una fórmula mágica que debe recitarse al pie de la letra para producir su efecto, sino una forma de expresar la total confianza de que lo que se pide se realizará. Pedir a Dios algo que Él está dispuesto e interesado en conceder es motivo de confianza para el orante, que sabe que sus palabras no "arrancarán" a Dios algo que le cuesta dar, sino que, más bien, le disponen a él para recibir lo que Dios está deseando concederle.

El don de la paz que procede Dios conlleva, en primer lugar, la salud. La enfermedad arranca la paz interior de quien la padece. Por eso, es básica la salud del cuerpo para tener y vivir realmente en paz. Desearle a alguien la paz es desearle también la salud. Aunque a veces haya que buscar esta paz también en medio del sufrimiento.

La paz conlleva también la prosperidad material. Esta prosperidad no es sinónimo de riqueza, pero sí de tener lo suficiente para poder vivir digna y cómodamente. La bendición divina, es decir, lo que Dios quiere para las personas, es salud y es también bienestar.

La paz hace al ser humano hijo de Dios, imagen y semejanza suya. Dios es paz y el creyente debe estar inundado por su paz. Lo contrario (la enfermedad, la miseria, la opresión, la violencia...) deshace la imagen divina que todos llevamos impresa y nos aparta de los planes que Dios tiene para nosotros.

LUCAS. La circuncisión era el signo de la pertenencia al pueblo elegido y comprometía a los hebreos en el mismo destino y el mismo estilo de vida. Para Jesús, que tuvo que tomar conciencia de ella al llegar a la edad de la razón, la circuncisión representaba su pertenencia al pueblo judío. Comprenderá mejor que nadie que sólo la circuncisión del corazón da sentido a la circuncisión de la carne. Su verdadera circuncisión consistirá en su pasión aceptada por amor. Y ese día sellará Cristo de tal forma mediante su muerte la obediencia amante a su Padre que inutilizará la circuncisión antigua.

Cristo recibe su nombre de salvación en el momento de su circuncisión. Su nombre lo indica: Jesús, nombre impuesto por voluntad expresa de Dios, significa "Dios salva". Ahora bien, las tradiciones judías veían en la sangre derramada en esta operación la sangre misma de la alianza. La sangre de Cristo será literalmente la sangre de la nueva alianza capaz de integrar a todos los hombres en el beneficio de las promesas.